domingo, marzo 29, 2020

La serenidad de la mente


La quietud de la mente, la tranquilidad de la mente, no es cosa que haya de producirse por el poder de la voluntad, por ninguna acción del deseo. Si ello ocurre, entonces esa mente está encerrada, aislada, es una mente muerta; y por lo tanto resulta incapaz de adaptabilidad, de flexibilidad, de vivacidad. Una mente así no es creadora. 

Nuestro problema, entonces, no consiste en cómo serenar la mente sino en ver la verdad acerca de cada problema a medida que él se nos presenta. Es como el lago, que se calma cuando el viento cesa. Nuestra mente está agitada porque tenemos problemas; y para evitar los problemas, serenamos la mente. Pero es la mente la que ha proyectado esos problemas, y no hay problemas fuera de la mente; y mientras la mente proyecte alguna concepción de la sensibilidad, practique cualquier forma de serenidad, jamás podrá estar serena. Cuando la mente, empero, comprende que sólo estando serena existe la comprensión, entonces ella tórnase muy quieta. Esa quietud no es impuesta ni es resultado de la disciplina; es una quietud que una mente agitada no puede comprender. 

Muchos de los que buscan la quietud de la mente abandonan la vida activa y se retiran a alguna aldea, a un monasterio, a las montañas. O bien se engolfan en ideas, se encierran en creencias, o evitan a las personas que les causan perturbación. Pero ese aislamiento no es serenidad de la mente. El encierro de la mente en una idea, o el evitar las personas que complican la vida, no trae serenidad a la mente. La serenidad de la mente llega tan sólo cuando no hay acumulación por el proceso de aislamiento, y sí completa comprensión de todo el proceso de la vida de relación. La acumulación envejece la mente; y sólo cuando la mente es nueva, cuando la mente es fresca, sin proceso de acumulación, existe una posibilidad de que haya quietud mental. Una mente así no está muerta; está sumamente activa. La mente serena es la mente más activa; y si queréis experimentar, ahondar en ello, veréis que en esa serenidad no hay proyección de pensamiento. 

El pensamiento, en todos los niveles, es evidentemente la reacción de la memoria; y el pensamiento jamás puede hallarse en estado de creación. Podrá expresar la facultad creadora, pero en sí el pensamiento jamás puede ser creador. Mas cuando hay silencio ‑esa tranquilidad de la mente que no es un resultado-, veremos que en esa quietud hay extraordinaria actividad, una acción extraordinaria que la mente agitada por el pensamiento jamás podrá conocer. En esa serenidad no hay formulación, no hay idea, no hay recuerdo; y esa serenidad es un estado de creación que sólo puede ser vivido cuando hay completa comprensión de todo el proceso del "yo". No siendo así, la serenidad carece de sentido. Sólo en esa serenidad, que no es un resultado, descúbrese lo eterno, aquello que está más allá del tiempo. 

La Libertad Primera y Última
La serenidad de la mente
Jiddu Krishnamurti


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