sábado, mayo 20, 2017

El cautiverio Kármico y el Destino


La palabra karma proviene de la tradición oriental, pero se ha difundido tanto que ha sido incorporada a muchos idiomas. El término que se usa en la tradición occidental para describir la misma influencia del destino; empero, por ser más familiar la palabra oriental, la usaremos con preferencia en estos escritos.

El karma o destino es la influencia de vidas pasadas las cuales hemos nacido y las disposiciones congénitas de nuestro cuerpo, Porque tanto es éste el medio ambiente del alma como el cuerpo es su hogar. Temperamento no es lo mismo que carácter. El temperamento fundamental es constante a través de la evolución total de la Chispa Divina, pero el carácter cambia en cada encarnación, y hasta en el curso de una sola, según actúe la experiencia sobre la personalidad.

El carácter puede ser definido como temperamento modificado por la experiencia. Por tanto llegamos a una encarnación con un tipo particular de temperamento básico, el cual no puede alterarse. sino sólo desarrollarse y armonizarse. En otras palabras, podemos ser un espécimen pobre o rico de nuestro tipo. El carácter fundamental de la personalidad en cada encarnación, es el resultado de la tendencia que el temperamento básico ha adquirido en el curso de sus experiencias en vidas previas.

La mayor parte del karma se disuelve por el carácter y no por hechos drásticos que se desprenden del cielo especialmente para nosotros. Si nos detenemos en la vida de otras personas podremos verlo con claridad, pero no así cuando se trata de la nuestra, porque la cercanía nos impide ver con equidistancia e imparcialidad.

Si tenemos en cuenta la influencia del medio ambiente en que hemos nacido y nuestra salud congénita, el carácter ejerce predominante influencia selectiva en determinar el curso de nuestras vidas. Reaccionamos a las diferentes condiciones según el carácter que poseemos; elegimos cuando se nos presenta la oportunidad, dominamos o nos sometemos, dirigimos o nos dirigen. Para la disyuntiva de un par de alternativas existe un largo séquito de consecuencias. Sin embargo, se verá que el curso de nuestra vida de continuo sigue en la misma dirección acorde con nuestro temperamento y carácter.

Permítasenos ilustrar lo dicho con un ejemplo. Una persona puede ser del tipo dinámico, dirigente, poderoso; es su temperamento básico determinada por la influencia del Rayo que prevaleció cuando su alma se puso en marcha en su jornada evolutiva. Sin embargo, en esta encarnación hay un atisbo de pereza en ella; como consecuencia de esa falla, dejará perder unas tras otras las oportunidades que se le presenten cuando pasan por su lado ya sea porque no está inclinada a esforzarse, o porque no se ha preparado para sacar provecho de una situación. La vida de esta persona será una trágica concatenación de fracasos: capacidades que nunca tendrá oportunidad de poner de manifiesto, falta de adecuación y de discernimiento.

Bien podría decirse que sus desgracias se deben a causas puramente kármicas y sin duda que así lo manifestará su horóscopo; entonces nos preguntaremos si las circunstancias son las que han desarrollado su destino o si fue su carácter el que actuó en él.  El examen siguiente nos mostrará lo que en verdad es. Si cambia su carácter, se modificará su karma; si se vuelve diligente en vez de perezoso, no desperdiciará la próxima oportunidad que se le presente y de esa manera su suerte habrá cambiado.

La extensión en que el carácter interviene en el karma no se aprecia en su debida magnitud porque lo hace con gran sutileza; es como los pequeños insectos que corrompen la fruta. A los defectos del carácter debemos considerarlos como insectos: el discernimiento desempeña casi la parte más importante en la determinación del curso del destino, porque es muy posible que un hombre con un carácter defectuosísimo tenga un excelente discernimiento que le permitirá triunfar en diferentes aspectos de su vida. Por consiguiente, lo que en realidad es básico en todo defecto del carácter, es la falta de discernimiento.

Hay fallas de discernimiento debidas a la impulsividad, ya que no nos tomamos la molestia de averiguar los hechos para reflexionar acerca de ellos; otras fallas se deben al disgusto que nos causa afrontar hechos desagradables por lo cual no los computamos; la vanidad puede conducirnos a sobreestimar nuestras propias capacidades y subestimar las fuerzas que se erigen en nuestra contra; la falta de simpatía o de imaginación puede cegarnos hasta el punto de no comprender la clase de reacción que despertamos en los demás por las cosas que hacemos y la manera cómo las hacemos; la pereza nos conduce al descuido y nos hace correr el riesgo de perder nuestros empleos; el descuido y la falta de atención del detalle, la crueldad y la inescrupulosidad pueden despertar toda clase de resentimientos en contra de nosotros hasta el extremo que habrá quien desvíe su camino para tratar de hacernos algún mal.

Todas estas cosas actúan como causas puestas por nosotros en movimiento, pero cuyos resultados aparecen como si se debieran a nuestro medio ambiente y que no obstante obedecen a la manera en que éste reacciona, lo cual no tomamos en cuenta cuando culpamos a otros de casi todas las circunstancias enojosas que nos acosan. Por ejemplo, una mujer se queja, y con razón, de su mal marido; pero no advierte que debió existir algo en ella para que se haya sentido atraída por ese hombre. Si hay gente que prefiere la imitación del oro en vez del modesto cobre, no debe sentirse sorprendida si los demás rompen su falsa moneda y le arrojan los trozos a la cara.

Aceptemos como un hecho básico que el 90% del karma es consecuencia de la reacción de nuestro medio ambiente. Cuando nos proponemos disolver nuestro karma, trabajamos con exclusividad sobre nuestro carácter. Si así lo hacemos, también nuestro destino cambiará, en consecuencia, ya que la predisposición selectiva altera su trayectoria y el medio reacciona de manera diferente. La predisposición de un carácter determinado está condicionada a lo que se dejó en suspenso después que las distintas influencias de la vida pasada cancelaron las anteriores en el purgatorio. Nuestras buenas intenciones pesarán, como es natural, en la balanza, en contra de nuestros propósitos quebrantados; la indulgencia para con nosotros mismos hará desmerecer nuestras capacidades reales. Por fin, la lucha contra nuestras debilidades inclinará el platillo de la balanza contra la influencia de las mismas y determinará que éstas tengan menos poder sobre nosotros cuando volvamos a reencarnarnos. La depuración que haya tenido lugar en este proceso del purgatorio determinará nuestra disposición para la próxima vida.

El designio de la evolución es desarrollar especímenes perfectos de cada tipo; por ello no se nos pide que cambiemos nuestro tipo sino que lo armonicemos. Un hombre puede ser administrador, artista o sacerdote perfecto, pero sería insensato esperar del artista capacidades administrativas, o del administrador comercial dotes sacerdotales, pues los resultados serán desastrosos: cada cual debe quedar en el lugar que corresponde a su tipo y mientras más lo perfeccione, mejor será.

Todo cuanto en realidad es bueno en nosotros se debe a la expresión del armónico equilibrio y cuanto es malo constituye una desarmonía, Por ello, no se puede permitir que otra persona determine por nosotros respecto de nuestros ideales, porque está expuesta a cometer un grave error. Debemos buscar el sendero hacia la Virtud por medio de la Sabiduría. No existe ninguna cualidad que sea una virtud en sí misma; si así lo creyéramos seria como sostener que puesto que una cucharadita de determinado medicamento nos mejora, una copa nos curaría por completo, y esto es un absurdo.  La paciencia y la mansedumbre robustecen los vicios del pusilánime; el coraje y la energía hacen más peligrosos los del bravucón. Hasta el propio amor puede extralimitarse y degenerar en exceso de indulgencia emocional y necedad.

Ante un panorama semejante: ¿que podemos hacer para agotar o disolver nuestro karma desde el punto e vista práctico e inmediato? Si nuestro mal karma responde a un defecto parcial del carácter se deduce que al corregir esta falla parcial corregiremos simultáneamente el karma. Un defecto puede corregirse. primero, por una neutralización constante, mientras por medio de la meditación generamos las cualidades opuestas de las cuales carecemos; y segundo, por iguales medios podemos alterar nuestra actitud frente a la vida y lograr así armonía con las fuerzas de nuestro Rayo en vez de oponernos a ellas, aposición que conduce a la atracción absorbente del remolino de fuerzas contendientes.

Existe otro factor en el karma digno de tenerse en cuenta y que mucha gente confunde con la totalidad del karma, a pesar de que hayamos intentado demostrar lo contrario. Este elemento, sirviéndonos de una expresión amplia, puede llamarse predestinación en el buen sentido de la palabra. Nuestro camino en la vida es un sendero que conduce a través de un desierto, montaña o pradera, según sea el caso, y el ánimo con que lo transitemos determinará nuestra felicidad o nuestra desdicha y hasta nuestra salud –puesto que tanto podemos andar por la montaña con el espíritu de un montañés, como con el de una mula agobiada por su carga– mas no tenemos derecho a elegir el camino por el que debemos marchar y debemos aceptarlo tal como es y hacer lo mejor o lo peor de acuerdo con nuestra naturaleza.

He aquí la clave de todo el problema. El karma no debe aceptarse como inevitable, sino como un saber de la escuela de la vida; cuando respondemos con esta actitud vital frente a él comienza su liquidación. Sin embargo, esto no viene a significar que desaparezcan por entero los conflictos, ni tampoco que dejemos de estar sometidos a nuevas pruebas, pues no se evita el karma liquidándolo; se llega hasta el final del sendero sólo marchando por él. Aplicar ese criterio sería como pretender que por hacer bien una suma, está de más conocer en profundidad la aritmética.

Cuando en verdad su corazón se entrega a ese ideal, el Ángel Oscuro –que de acuerdo a la tradición cabalística está detrás de nuestro hombro izquierdo– se convierte en su Iniciador y le muestra el sendero. En el lenguaje de los misterios, la iniciación por el Ángel Oscuro sigue a la invocación hecha a los señores del karma, y es la manera más segura y rápida de hallar la senda. Aquellos que han pasado por esta iniciación entran en el sendero del libre karma.

Si hemos adquirido la capacidad de aplicar principios espirituales para la solución de esta experiencia, la prueba será victoriosa y habremos traspuesto el umbral interior del velo; de ahí en adelante toda la vida se nos presentará en términos de principios espirituales, y no como sensaciones físicas.

No hay misterio alguno respecto de la palabra de acceso que debemos dar al Ángel de Aflicción que viene hacia nosotros en nombre del Señor, pues todo Gran Maestro espiritual que vino al mundo nos ha hecho saber en qué consiste esa palabra de acceso; no es otra que la que pronunció nuestro Señor en la suprema prueba del jardín de Getsemaní: "Hágase tu voluntad y no la mía". Cuando hayamos llegado al punto en que podamos decir lo mismo en respuesta al Oscuro Mensajero de Aflicción, que nos enviarán los señores del karma al ser invocados, escucharemos las palabras esperadas: "Buen y fiel servidor, entra ahora en la Gloria de Nuestro Señor".

La aceptación sin reservas de nuestro destino como si fuera la lección particular que necesitamos para nuestro desarrollo espiritual, es la llave que abre el portal de nuestro cautiverio kármico. Cuando hemos aceptado el karma, se ha hecho más de la mitad del camino. Nuestro ideal debe tender al logro de la serenidad y aun de la felicidad en cualquier circunstancia que los señores del karma nos impongan. Cuando ellos vean lo que hemos alcanzado, dirán: "Esta lección ya ha sido aprendida y no ha menester que se repita". Mientras una experiencia nos perturbe, estará claro que no la hemos dominado, y deberá repetirse vida tras vida, hasta que hayamos aprendido perfectamente la lección que contiene. El designio del karma no es destruirnos, sino formarnos. No temamos nunca que sobre nosotros se acumule karma y más karma hasta sucumbir bajo su peso. El karma jamás nos destruye y si perecemos es por nuestra única y exclusiva culpa.

La mayoría de los seres humanos son bien intencionados. El designio de los señores del karma no consiste tanto en extirpar la actividad del mal, como dar a entender a sus discípulos lo que de ellos se requiere, pues nuestro grado de evolución tan inferior con respecto a ellos es similar al de los animales comparado con el del hombre. Consideremos los golpes que nos da el destino como mordiscos y ladridos del perro ovejero, y los esfuerzos del pastor para inducirnos a ingresar en las verdes praderas que nos esperan, y dejemos de considerar los dolores de la vida como impedimentos ciegos de un destino despiadado que contradice nuestros legítimos deseos.

Cuando pronunciamos las poderosísimas palabras "Hágase tu voluntad y no la mía", automáticamente entramos en armonía con las fuerzas cósmicas y esa voluntad nueva en nosotros no se frustrará sino que con rapidez será llevada a su meta por las ondas del universo espiritual. Esta voluntad, empero, es la perfección espiritual y por cierto no gratificará nuestra vanidad y codicia, como no amparará tampoco nuestra cobardía o pereza. El sendero por el cual nos guía será duro y difícil . la azotarán fuertes vientos; mas luego brillará el sol y no nos faltará dónde cobijarnos cuando la noche llegue.-

ION FORTUNE
Ocultismo Práctico

No hay comentarios: