sábado, mayo 06, 2017

La ira es una emoción poderosa


La ira no sólo es dañina para los que deben soportar sus consecuencias, sino que también es terriblemente perjudicial para nosotros mismos, para nuestra propia evolución.

La ira tiene diferentes niveles o grados, siendo el más bajo el mal genio, pero no por eso menos dañino, ya que una persona mal humorada no sólo crea una desarmonía en el ambiente que la rodea, sino que es una auto agresión, que se verá reflejada en su salud, con la irritación de su colón y el aumento de su estrés, de la frecuencia cardíaca y respiratoria, tensión arterial e incluso puede provocar hasta pérdida del conocimiento.

Las causas de la ira a pesar de muchas investigaciones aún no han podido ser entendidas por completo. Cada ser humano reacciona con ira ante diferentes situaciones que la pueden desencadenar, aunque estos pueden ser muy diferentes de una persona a otra. Por lo general depende de la edad, el sexo y los niveles de educación, además pueden influir también los diferentes estados de ánimo que presente la persona en ese momento.

El grado superlativo de la ira, es cuando convierte a la persona que la siente, en un verdadero animal, incapaz de razonar y que lo ciega a tal punto, que es totalmente incapaz de darse cuenta de las consecuencias de sus actos. Los hombres iracundos levantan contiendas y los furiosos multiplican sus errores.”  La indignación, contrariamente a la ira, es un enojo controlado y justificado, ante una situación ignominiosa determinada. Es una reacción que demuestra que estamos vivos y que nos revelamos contra la injusticia, amenazas o abusos y tomamos acciones concretas para evitarlas, que fue por ejemplo, lo que Jesús hizo cuando expulsó a los mercaderes del templo.

“Esta limpieza del templo, revela la actitud del Maestro hacia la comercialización de las prácticas de la religión, así como también el hecho de que detestaba toda forma de injusticia y aprovechamiento a expensas de los pobres y de los ignorantes. Este episodio demuestra también, que Jesús no aprobaba la actitud de no emplear la fuerza, cuando se trata de proteger a la mayoría de un grupo humano, contra las prácticas injustas y esclavizantes de una minoría. No se debe permitir que los hombre astutos y malvados se organicen para la explotación y opresión de los que debido a su idealismo, no están dispuestos a recurrir a la fuerza para protegerse.”

No hay que confundir mansedumbre, con la debilidad de carácter. Se puede demostrar el enojo, y desaprobación, sin perder la paz interna, porque ser manso es tener el corazón limpio y ” la pureza espiritual no contiene venganza”  Los padres, para educar a nuestros hijos, más de una vez debemos demostrarles nuestro enojo, pero él debe estar carente de rabia, de agresión tanto física como emocional y verbal. Para que la reprimenda tenga los efectos positivos deseados, debe ser racional y guiada por el amor. El enojo es algo muy diferente al mal humor. El castigo debe obedecer a la falta cometida, no a nuestro estado anímico.

La ira, sólo es rabia desenfrenada. “La ira es como una piedra arrojada a un nido de avispas.” Las consecuencias de la ira son impredecibles y por lo mismo, malignas.  No es saludable el reprimir nuestros enojos en forma constante, porque la acumulación de ellos, van generando la rabia. Como tan poco es conveniente, el tolerar el mal genio o el enfado gratuito de los otros, porque casi sin darnos cuenta se van juntando en nuestra mochila, hasta el momento que se rompen las costuras de la misma y explotamos por una niñería.

“La ira, es una manifestación material que representa de manera general, nuestro fracaso de la parte espiritual en la tarea de ganar el control sobre la naturaleza intelectual y física.” obedece a un movimiento instintivo pasional, que ciega el intelecto y lo priva de toda objetividad. La ira, habitualmente es producto del egocentrismo, la persona se siente tan importante, que cree que sólo ella es capaz de tener la razón y por lo mismo no duda en imponerla a cualquier precio, ignorando que ” la defensa argumentativa de cualquier posición es inversamente proporcional a la verdad que contiene.”

Quien tiene que gritar o demostrar su enojo para ser escuchado, es porque no tiene mayores argumentos para convencer. Imponerse por la fuerza, más que una victoria, es una derrota que demuestra el poco ascendente que tenemos en los otros.  Desgraciadamente, hoy en día, tanto en el trabajo como en el hogar, hay una gran propensión al enojo y a la ira . Cada vez son menos los niveles de paciencia, tolerancia, empatía y reflexión, lo cual hace bastante más difícil la convivencia y la comprensión entre los seres humanos.

Pero la peor de todas las iras, es la que desarrollamos contra nosotros mismos, cuando nos enfrentamos ante el fracaso y la frustración, porque es una auto agresión infligida por nuestro ego, que nos impide cualquier crítica constructiva que nos ayude a reparar nuestros propios errores, entonces “la vida se convierte en una carga pesada, a menos que aprendamos a enfrentar los fracasos con entereza. Es un arte aceptar las derrotas y las almas nobles, siempre lo aprenden, Hay que saber como perder sin desanimarnos.”

Sin embargo, es muy cierto que dos no pelean, si uno no quiere. El mejor escudo ante la ira ajena, es el silencio y la armonía. Silencio, porque el contestar a una persona iracunda, sólo se consigue aumentar su rabia, porque su estado, no le permite escuchar razones, por muy loables y certeras que ellas sean. Por eso, hay que dejar que pase la tormenta, que la ira del interlocutor se calme, para dar nuestro parecer, porque ” el que tarda en airarse es grande de entendimiento, mientras que el que es impaciente de espíritu, enaltece la necedad. La blanda respuesta quita la ira en cambio las palabras ásperas hacen subir el furor”

La armonía es una vibración maravillosa, porque al igual que la electricidad, no se ve, pero es capaz de iluminar cualquier oscuridad. Si nosotros, en vez de enganchar con la rabia del otro, nos ponemos un escudo reflectante de armonía, no solamente no recibiremos las consecuencias de la rabia ajena, sino que además haremos que ella se aminore y baje rápidamente de tono. “Cuando sopla el viento, oyes el murmullo de las hojas, pero no ves el viento, de donde viene y a donde va, así es todo aquel que nace del espíritu” y está lleno de armonía.

Basado en las enseñanzas del Libro de Urantia.

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