jueves, octubre 15, 2020

Lo que la gente piense de ti es su realidad, no la tuya



Probablemente en algún momento las opiniones y los juicios de los demás te hayan hecho cuestionarte cuál es tu realidad. Has podido llegar a pensar que vivías tapándote los ojos y que en realidad no eras nada consciente de la imagen que proyectabas dentro y fuera de ti mismo.

Tal y como nos explica Carl Rogers, máximo exponente de la psicología humanista, nada es tan necesario como saber quién somos. Reafirmarnos en nuestra identidad separándola de aquello que puedan proyectarnos o decirnos los demás es clave para poder situarnos en el mundo y reafirmarnos. Recuerda que los demás pueden conocer nuestro nombre, pero no nuestra historia, no han vivido en nuestra piel ni han calzado nuestros zapatos.

Piensa que si tú mismo tienes la sensación de desconocerte en alguna ocasión, los demás no pueden haber llegado a un lugar en el que ni siquiera tú has estado. Así, sé consciente de que sus palabras solo obedecen a una realidad ilusoria que su mente ha creado.

No esperes que los demás comprendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu camino.

Pásale tus propios filtros a los juicios ajenos

Los filtros mentales nos ayudan a clarificar qué es importante. Tienen que ver a su vez con las diferentes formas en que interpretamos nuestra realidad y el significado que le damos a lo que nos rodea. Aún más, si no somos capaces de llevar a cabo este ajuste de la percepción, dejaremos pasar por esos filtros ideas poco saludables para la propia identidad y autoestima.

Es más, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Western de Ontario, nos explican que quien no aplica de forma adecuada esas barreras mentales, puede empezar a dejarse llevar por pensamientos negativos y limitantes. Caer en estas dinámicas mentales donde focalizarnos solo en lo que nos dice la gente, nos hace más vulnerables a depresiones o trastornos de ansiedad.


“El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:

-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…

-¡Espera! -le interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a contarme?

–¿Los tres filtros? -preguntó su discípulo.

-Sí, el primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

-No. Lo oí comentar a unos vecinos.

-Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

-No, en realidad no. Al contrario…

-¡Ah, vaya! El último filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

A decir verdad, no.

-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.“

Somos nosotros los que le damos validez a las palabras y acciones de los demás. Por eso, es importante que filtremos la información que realmente es constructiva y la separemos de la destructiva.

Así, pasándole los filtros de la verdad, la bondad y la necesidad nos quedaremos con aquello que merezca realmente la alegría y no la pena. Solo cuando dejamos de vivir conforme a lo que los demás esperan o piensan de nosotros, logramos sentirnos bien.
Rodéate de personas que te ayuden, no que te anulen

Rodéate de aquella gente que te suma y evita a aquella que te resta. No permitas que te anulen con críticas, comentarios o valoraciones que no tienen como fin ayudarte. Deshazte de aquellas palabras que pretendan anular tus capacidades o truncar tus sueños y aspiraciones.

Acércate a la gente de mirada sincera pues son las que comprenderán y respetarán quién eres y lo que sientes. Las personas en las que te puedes apoyar son aquellas que te ofrecen una paz sin ruido, sin distorsiones y sin segundas intenciones.

En definitiva, procura no hacer caso de la ironía malévola y trabaja por construir un lugar en tu mundo que esté lejos del chantaje emocional, de la destrucción y de la toxicidad que caracterizan a ciertas personas y ambientes.

No te olvides de que las personas más infelices de este mundo son aquellas que se preocupan demasiado por lo que piensan los demás.


Raquel Aldana

Psicóloga General Sanitaria




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