domingo, septiembre 08, 2019

El conocimiento de uno mismo


El proceso de la comprensión de nosotros mismos es un descubrimiento, que no es un proceso de aislamiento. No es el retiro del mundo, porque aislados no podéis vivir. Ser es estar relacionado, y el vivir en el aislamiento es cosa inexistente. Es la falta de verdadera convivencia lo que causa conflictos, miseria y lucha; y por pequeño que sea nuestro mundo, si podemos transformar nuestras relaciones dentro de ese pequeño mundo, ello será como una onda que se extiende constantemente hacia afuera. Creo que es importante ver eso, o sea que el mundo es nuestra interrelación, por estrecha que sea; y si ahí podernos producir una transformación ‑no superficial sino radical-, entonces empezaremos activamente a transformar el mundo.

La verdadera revolución no es conforme a una norma determinada, de izquierda o de derecha, sino una revolución de valores, una revolución que lleva de los valores sensorios a los que no son sensorios ni creados por influencias ambientales. Para encontrar esos verdaderos valores que traerán una revolución radical, una transformación o regeneración, es esencial que uno se comprenda a sí mismo. 

El conocimiento de uno mismo es el principio de la sabiduría, y por lo tanto el comienzo de la transformación o regeneración. Para comprenderse uno mismo, tiene que existir la intención de comprender; y ahí es donde se presenta nuestra dificultad. Porque, si bien la mayoría de nosotros estamos descontentos, deseamos producir un cambio súbito, creemos que buscar  otro empleo seria la solucion o simplemente sucumbimos ante el medio ambiente. En otros casos el descontento, en vez de encendernos, de inducirnos a poner en tela de juicio la vida y todo el proceso de la existencia, se ve canalizado, con lo cual nos volvemos mediocres y perdemos la energía y el empuje necesarios para descubrir todo el significado de la existencia. Por consiguiente, es importante descubrir esas cosas por nosotros mismos, pues el conocimiento de uno mismo no puede dárnoslo nadie ni habrá de hallarse en libro alguno.

Tenemos que descubrir, y para descubrir tiene que haber intención, búsqueda, investigación. Mientras esa intención de descubrir, de inquirir hondamente, sea débil o no exista, la mera aserción, o un deseo casual de investigar acerca de uno mismo, tiene muy escasa significación.  La comprensión fundamental de uno mismo no llega mediante el conocimiento o la acumulación de experiencias, lo cual es mero cultivo de la memoria. La comprensión de uno mismo es de instante en instante; y si sólo acumulamos conocimiento del "yo", es ese conocimiento lo que impide una comprensión más amplia.

El conocimiento y la experiencia acumulados, en efecto, llegan a ser el centro a través del cual el pensamiento enfoca y desarrolla su existencia. El mundo no es diferente de nosotros y nuestras actividades, porque lo que nosotros somos es lo que crea los problemas del mundo; y la dificultad, en lo que atañe a la mayoría de nosotros, está en que, en vez de conocernos directamente, buscamos un sistema, un método, un medio operativo para resolver los múltiples problemas humanos. 

Ahora bien: ¿existe un medio, un sistema, para conocerse a sí mismo? Cualquier persona sagaz, cualquier filósofo, puede inventar un sistema, un método; pero, a buen seguro, el seguir un sistema sólo producirá un resultado creado por ese sistema, ¿no es así? Si yo sigo determinado método para conocerme a mí mismo, tendré el resultado que dicho sistema necesita; mas ese resultado no será evidentemente la comprensión de mí mismo. Es decir, siguiendo un método, un sistema, un medio para conocerme a mí mismo, ajusto mi pensamiento, mis actividades, a una norma; pero el seguir una norma no es comprensión de uno mismo.

Cuanto más os conocéis a vosotros mismos, más claridad existe. El conocimiento propio no tiene fin: no alcanzáis una realización, no llegáis a una conclusión. Es un río sin fin. Y, a medida que se lo estudia, que en él se ahonda de más en más, encuéntrase la paz. Sólo cuando la mente está tranquila mediante el conocimiento propio, no mediante una autodisciplina impuesta-, sólo entonces, en esa quietud, en ese silencio, puede advenir la realidad. Es sólo entonces cuando puede existir la beatitud, cuando puede haber acción creadora.

Jiddu Krishnamurti
La Libertad Primera y Última


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