domingo, septiembre 17, 2017

Meditación es comprender la naturaleza de la vida


Para la mayoría de nosotros, la palabra «meditación» tiene muy poco sentido. En Oriente se ha establecido firmemente que la «meditación» envuelve ciertas maneras de pensar, de concentrarse, la repetición de palabras y el acto de seguir sistemas, todo lo cual niega la libertad y la vivacidad de la mente.

La meditación no es una desviación o un entretenimiento; es parte de toda nuestra vida. Es tan fundamentalmente importante y esencial como el amor y la belleza. Si no hay meditación, entonces no sabe uno cómo amar, no sabe lo que es la belleza. Y, haga uno lo que quiera (puede uno indagar, ir de una religión, de un libro, de una actividad a otra, tratando siempre de descubrir lo que es la verdad), nunca descubrirá nada, porque la «búsqueda» de la verdad implica que una mente puede hallarla y que tiene la capacidad de decir «esa es la verdad». Pero, ¿sabe uno lo que es la Verdad? ¿Puede reconocerla? Si la reconoce, ya es algo que pertenece al pasado. De modo que la verdad no puede encontrarse buscándola; ha de venir sin ser invitada, o si uno es afortunado. 

La meditación no es una evasión de la vida, no es proceso nuestro, particular, individual, que nos pertenezca. No hay sendero que conduzca a la verdad. No existe el sendero suyo o el mío. No hay un camino cristiano hacia la verdad, ni un camino hindú tampoco. Un «camino» implica un proceso estático hacia algo que también es estático. Hay un camino desde aquí a ese pueblo próximo. El pueblo está firme allí, arraigado en los edificios, y hay una carretera hasta él. Pero la verdad no es así; es una cosa viva, algo que se mueve, y por eso no puede haber sendero que nos lleve a ella, ni suyo ni mío ni de los otros.

Esto ha de estar muy claro en nuestra mente, en nuestra comprensión, pues el hombre ha inventado tantos caminos,  Cuando uno ha despejado el campo, ha despejado la cubierta, puede entonces pasar a descubrir lo que la meditación es. Y no es un monopolio del Oriente. (Una de las cosas más monstruosas es decir que existen los que le enseñarán a uno a meditar; eso es evidentemente... ¡no quiero usar adjetivos!) Procedamos, pues, a descubrir por nosotros mismos no como individuos, sino como seres humanos que somos, viviendo en este mundo, con toda la extraordinaria complejidad de la sociedad moderna - tratemos de descubrir lo que es el amor. No «encontrarle», sino hallarnos en ese estado de perfección, en esa condición de la mente que no está agobiada por los celos, la desdicha, el conflicto, la lástima de sí mismo. Sólo entonces hay una posibilidad de vivir en una dimensión diferente, que es el amor. 

Y así como el amor es de importancia inmensa, también lo es la meditación. ¿Cómo vamos (hago esta pregunta, no por casualidad, sino seriamente), cómo vamos a proceder con este problema? El problema, bastante obvio, de que nuestras mentes están condicionadas, de que nuestras mentes están eternamente charlando, nunca en silencio. Tratamos de imponerle silencio, o ello ocurre de manera casual, por suerte. Para encararse a este problema, para aprender, para ver, se requiere una mente serena que no esté dividida, que no está desgarrada, atormentada. 

Si quiero ver algo con mucha claridad: el árbol o la nube, o el rostro de una persona que está junto a mí, para ver muy claramente sin distorsión alguna, es obvio que la mente no debe estar parloteando. Tiene que estar muy callada, para observar, para ver. Y el ver mismo es acción y aprendizaje. ¿Qué es entonces la meditación? ¿Es posible la meditación (utilizo la palabra con el significado que le da el diccionario, no con el sentido extraordinario que le dan los que creen saber lo que es meditación), es posible considerar, observar, comprender, aprender, ver con mucha claridad, sin ninguna distorsión, oír todo tal como es, sin interpretarlo, sin traducirlo conforme a nuestro propio prejuicio?

Cuando usted escucha al pájaro una mañana, ¿es posible escuchar por ejemplo, sin que una palabra surja en su mente, escuchar con atención total, sin decir «¡Qué bella, qué agradable, qué hermosa mañana!» Todo esto significa que la mente ha de estar en silencio, y no puede estar así cuando es afectada por cualquier clase de distorsión. Por eso tenemos que comprender toda forma de conflicto entre el individuo y la sociedad, entre el individuo y el prójimo, entre él mismo y su esposa, sus hijos, su marido, etc. Toda forma de conflicto, a cualquier nivel, es un proceso de deformación. Cuando hay contradicción interna, la cual surge cuando uno quiere expresarse de varias maneras distintas y no puede, emerge entonces un conflicto, una pugna, una pena. Esto trastorna la calidad, la sutileza, la viveza de la mente. 

La meditación es comprender la naturaleza de la vida, con su actividad dual, su conflicto: es ver su verdadero significado, su verdad, de modo que la mente se vuelva clara sin distorsión alguna, aunque haya estado condicionada durante millares de años, viviendo en conflicto, en lucha, en combate. La mente ve que la distorsión tiene que producirse cuando sigue una ideología, la idea de lo que debería ser en oposición a lo que es. De ahí viene una dualidad, un conflicto, una contradicción, y, por tanto, una mente atormentada, deformada, pervertida. Sólo hay una cosa: aquello que es, lo que es, nada más. Al interesarse uno por completo en lo que es, desecha toda forma de dualidad, y por eso no hay conflicto, no hay tortura mental.

La meditación es entonces el estado de la mente que ve en realidad «lo que es», sin interpretarlo, sin traducirlo, sin desear que no existiera, sin aceptarlo. La mente puede ver esto únicamente cuando cesa el «observador». (Por favor, es importante comprender esto). Casi todos nosotros estamos amedrentados: hay miedo, y el que desea librarse del miedo es el observador. Este observador es la entidad que reconoce el temor nuevo y lo traduce en términos de los viejos temores que conoció y acumuló del pasado del cual ha escapado. Así pues, mientras existan el observador y la cosa observada tiene que haber dualidad y, por tanto, conflicto. 

Hay un retorcimiento de la mente, y esa es una de las condiciones más complicadas, algo que tenemos que entender. Mientras exista el «observador», tiene que existir el conflicto de la dualidad. ¿Es posible ir más allá del «observador», siendo éste toda la acumulación del pasado, el yo, el ego, el pensamiento que brota de este pasado acumulado? Bien, la meditación es la comprensión de todo el mecanismo del pensamiento. Espero que, mientras el que habla pone esto en palabras, usted lo estará escuchando y observando con mucha claridad, para ver si es posible eliminar todo conflicto, a fin de que la mente pueda estar totalmente en paz no contenta, pues el contentamiento surge sólo cuando hay descontento, que es además el proceso de la dualidad.

Cuando no hay observador, sino sólo «observar», y, por tanto, no hay conflicto, únicamente entonces puede haber completa paz, de otro modo, hay violencia, agresión, brutalidad, guerras, y todas las demás formas de comportamiento en la vida moderna. Así, pues, la meditación es el medio de comprender el pensamiento y de descubrir por uno mismo si el pensamiento puede terminar. Sólo en este caso, cuando la mente está en silencio, es que puede ver en realidad lo que es, sin ninguna distorsión, hipocresía o concepción ilusoria de sí misma.

Meditar es comprender el comportamiento de la vida, es comprender el dolor y el miedo y trascenderlos. Trascenderlos no es simplemente captar de manera intelectual o racional el significado del proceso del dolor y el temor, sino que es ir realmente más allá de ellos. Ir más allá es observar con verdadera claridad el dolor y el miedo como son. Al verlos con suma claridad, el «observador» tiene que terminar. La meditación implica seguir el camino de la vida, no escapar de ella. Evidentemente, meditar no es experimentar para tener visiones o extrañas experiencias místicas.

Meditar no es repetir palabras. Ya saben, ha estado de moda últimamente que alguien le dé a uno una palabra, una palabra sánscrita; la está uno repitiendo y con ello espera lograr alguna experiencia extraordinaria lo cual es completamente absurdo. Desde luego, que si usted sigue repitiendo una serie de palabras, se embota la mente y, por tanto, se aquieta; pero eso no es meditación en absoluto. La meditación es la comprensión constante de la forma en que se vive, cada minuto, mientras la mente se mantiene extraordinariamente viva, alerta, sin estar agobiada por ningún miedo, ninguna esperanza, ninguna ideología, ninguna pena.

Uno no puede llegar muy lejos sin poner los cimientos de esta comprensión de la vida diaria, la cotidiana vida de soledad, de tedio, de trabajo agoviante, de excitación, de placeres sexuales, de las urgencias para realizar algo, para autoexpresarse; la vida diaria de conflicto entre el odio y el amor, vida en la cual uno reclama que se le ame; una vida de profunda soledad interna. Si no se comprende todo eso, sin distorsión alguna, sin volverse neurótico; si no se es completa y sumamente sensible y equilibrado; sin esa base usted no puede llegar muy lejos. Y cuando ésta se halla profundamente establecida, entonces la mente es capaz de estar en completo silencio y, por tanto, en completa paz lo cual es muy distinto a estar contento como una vaca. Sólo entonces es posible descubrir si existe algo que esté más allá de lo que la mente puede medir; si existe la realidad,

Dios, algo que el hombre ha buscado durante millones de años, algo que ha buscado mediante sus dioses y templos, sacrificándose a sí mismo, convirtiéndose en un ermitaño y creyendo en todos los absurdos y ficciones por los que ha pasado. Ustedes saben que hasta cierto punto es posible la explicación, la comunicación verbal, pero mas allá de eso no hay comunicación verbal lo cual no implica que haya alguna cosa misteriosa, metafísica ni parapsicológica.

Las palabras sólo existen para fines de comunicación, para comunicar algo que pueda expresarse en palabras o por un gesto. Pero no es posible poner en palabras lo que esta más allá de todo esto. Describirlo no llega a tener sentido alguno. Lo único que puede uno hacer es abrir la puerta, esa puerta que solo se mantiene abierta cuando existe este orden no el orden de la sociedad, que es desorden - el orden que adviene cuando usted ve realmente «lo que es», sin ninguna distorsión producida por el «observador».

Cuando no hay distorsión alguna, entonces hay orden, que en sí mismo lleva su propia disciplina, extraordinaria, sutil. Y lo único que uno puede hacer es dejar abierta esa puerta, venga o no por ella esa realidad. No puede uno invitarla.  Y, si uno es muy afortunado por alguna casualidad extraña, puede que venga y dé su bendición. Usted no puede buscarla. Después de todo, así son la belleza y el amor. No puede usted buscarlos; si los busca, llegan a ser simplemente la continuación del placer, que no es amor.

Hay una dicha que no es placer. Cuando la mente se halla en ese estado de meditación hay dicha inmensa. Entonces el vivir diario, con sus contradicciones, brutalidades y violencias, no tiene aquí lugar. Pero tiene uno que trabajar de manera muy intensa todos los días, para echar los cimientos; eso es lo único que importa, ninguna otra cosa. De ese silencio, que es la naturaleza misma de una mente meditativa, puede venir el amor y la belleza. 

 KRISHNAMURTI
25 de Julio de 1968


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