sábado, enero 29, 2011

La muerte no existe



“Qué es la vida, un frenesí. Qué es la vida, una ilusión;
Una sombra, una ficción. Que el mayor bien es pequeño,
Que toda la vida es sueño. Y los sueños, sueños son”

(Calderón de la Barca)

Un joven regresa de su fiesta de graduación la cual ha disfrutado enormemente al lado de sus compañeros, y la moto en que viaja se sale de la carretera al evitar a un camión que irresponsablemente trataba de adelantar a otro en una curva. Su muerte fue producto de los golpes, violento y rápido. En un hotel, un alto ejecutivo que se encontraba solo en la ciudad para un asunto de negocios, sufre de un repentino infarto, que lo deja sin vida después de breves minutos de un desgarrador dolor en el pecho. Una joven adolescente expira luego de una larga y penosa enfermedad que la había postrado en cama, consumiendo lentamente la mayor parte de su corta existencia.

Un hombre deja una breve nota sobre su escritorio, y toma entre sus manos un arma adquirida por razones de seguridad, tiempo antes. Apuntando hacia su boca, jala el gatillo y se suicida luego de una imprevista quiebra financiera. Una hermosa joven mujer abandona el consultorio de su médico con una gran sonrisa, sabe que está esperando un bebé. Camina envuelta en sus pensamientos, que la trasladan hacia su esposo, que la ama, y que la verá más tarde ni bien llegue de la oficina; pero esto se ve interrumpido cuando ella muere asesinada en el estacionamiento por una bala disparada por un delincuente.

En la vorágine de acontecimientos que se dan en nuestra vida y alrededor de ella, hay veces que percibimos sutilmente la existencia de un Plan que lo tiene todo previsto. Y sin embargo, en otras ocasiones, pareciera que estamos sometidos a las inclemencias de la casualidad; a la acción desordenada de fuerzas que juegan con nosotros como un humilde pedazo de madera arrastrado por las poderosas corrientes de un río caudaloso contra el cual no podemos oponernos.

Todo cuanto se le asigna al individuo o se permite que le ocurra, aún lo más violento, está dispuesto para ayudarlo en su superación. Precisamente dependiendo de cómo enfrente la vida y las dificultades, ó como haga uso de las facilidades que se le presenten dependerá su avance y crecimiento espiritual. En éste sentido la Muerte es sinónimo de cambio en un universo dinámico de transformación continua. La muerte no existe realmente como el final último de la vida, porque es simplemente un paso más, un cambio de traje, una iniciación a manera de investidura.

El ser humano en la vida es como un actor en una obra teatral, una vez que finaliza, el actor marca la distancia entre el personaje que le tocó vivenciar, y su individualidad como actor. No podemos identificarnos demasiado con el personaje, porque es meramente útil y transitorio. Y a un papel, le sigue otro y otro. En otro ejemplo la Muerte es como el examen final del curso escolar. Si uno ha estudiado, será algo fácil, sencillo, y nada complicado; tendrá unas lindas vacaciones y estará mejor preparado para el próximo año. Pero si uno no estudió durante el periodo que correspondía, saldrá desaprobado y tendrá que repetir el grado.

Ante la pregunta ¿por qué hay que morir? primero tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué y para qué vivimos? Y si todo es aprendizaje ¿Un aprendizaje de qué y hacia qué? ¿Por qué al concebir nuestros padres fuimos nosotros los que llegamos y no otro? ¿Elegimos o fuimos elegidos? ¿Somos el producto del azar o de un destino predeterminado? ¿Cuál es el propósito de la vida más allá de la supervivencia de la especie? Buscando respuestas, tendríamos que hacer una inmersión dentro de cada uno donde esta toda la sabiduría acumulada.

Si uno no muriese, si no tuviéramos un plazo, no valoraríamos la oportunidad que nos concede la vida para llegar a darle su justo valor a las cosas. Y es que todo tiene un tiempo y un margen para ser realizado. Cada plazo, como cada vida, es una oportunidad de realizarlo de tal o cual manera; experimentando y perfeccionamiento. Es un juego cósmico de alternativas, en dónde vamos ensayando diversas formas. Una aventura de crecimiento.

¿Pero somos acaso el juguete de alguien? …De ninguna manera, nadie está jugando con nosotros. Somos el producto de un acto de amor de la vida misma. Nadie quiere nuestro sufrimiento, ni hemos nacido para sufrir, sino para aprender y crecer en conciencia.

Decidiendo sobre nuestra vida.

¿Hemos tenido alguna participación en la decisión sobre nuestros nacimientos y sobre lo que será nuestra vida? …El orden de la energía en el universo apunta hacia la existencia y la perfección por la experimentación continua a través de las formas. A mayor conciencia mayor injerencia en la organización de nuestra aventura de vida y muerte, de nacimiento y renacimiento. Al principio uno no tiene la capacidad ni la posibilidad de decidir, porque es como el niño que es enviado por sus padres al colegio. Lo envían, considerando que es lo mejor para él, sin siquiera haberle consultado su parecer, por cuanto ellos saben que esa educación le permitirá algún día tener la capacidad de optar por sí mismo, el cómo enfrentara las siguientes etapas. Así cuando éste niño crece, y llega a la adolescencia y a la juventud, se le debe ir dando un margen cada vez mayor como para que pueda decidir por el mismo su futuro.

Los “Señores del Karma” ó “Guardianes del Destino” (que son unas entidades espirituales que rigen los nacimientos y encarnaciones), son los que asumen la condición de nuestros padres espirituales, dictaminando las circunstancias en las que vendremos a la vida, hasta que nuestro avance evolutivo nos permita negociar o decidir las condiciones de cada existencia.

Una hora marcada para Morir.

Todos tenemos un destino, que es parte de la programación que dispone cuando naces y cuando te vas. Pero se puede modificar. Todo puede variar dependiendo del nivel de conciencia que desarrolles y de cómo enfrentes la vida. Por ejemplo: un suicida puede morir antes de la fecha que estaba prevista, renunciando con ello a la oportunidad que le daba la vida para crecer y evolucionar. Esto es, que no estaba previsto que se suicidara. Esa fue su opción.

Y lo más seguro es que lo hiciera mucho tiempo antes de la fecha que se había dispuesto para su partida. Otro ejemplo: una persona que esta tratando de cambiar y de ser mejor, ó alguien muy comprometido con el amor y el servicio a los demás, llega a morir. Pero en el momento del tránsito ve asomarse a través de un túnel de luz, a un ser celestial o a un pariente que le inspira confianza, que le hace saber que se le va a prolongar el plazo, terminando por vivir unos años más por cuanto lo estaba haciendo bien. En ese mismo momento, la persona increíblemente es recuperada por los médicos, que ya la daban por perdida.

No hay nada definitivo. Por eso es que existe libre albedrío, para demorarnos más o menos en hacer lo que debemos hacer, creciendo y madurando en conciencia.

Pero ¿a qué podría deberse el gran temor que se le tiene a la muerte?

A la ignorancia y al olvido del que somos víctimas, por haber olvidado las leyes universales, entre ellas la de Causa-efecto, y también nuestro proceso individual. Por ello es importante que nos esforcemos en profundizar el autoconocimiento, y con ello recordemos que la muerte es una vieja conocida, y amiga, no enemiga, de la que hemos aprendido mucho y muchas veces.

No hay nada que temer... Nada llega antes si uno no lo busca. Pero si nos comprometemos en darle sentido a la vida, nuestra labor no será desaprovechada por las jerarquías superiores, y durará todo lo necesario para cumplir su objetivo que es nuestra realización progresiva.

Como el tiempo realmente no existe y más bien está sujeto a formas mentales, dependiendo de la dimensión de conciencia que se ha venido obteniendo producto de la mejor o peor respuesta que hemos dado a los estímulos externos e internos, una mayor o menor vibración es interpretada por los Guardianes del Destino, como base para establecer el tiempo de vida de alguien, el espacio de vida temporal necesarios para que transcurran y se den las circunstancias adecuadas como para que dicha persona pueda crear a su alrededor la ambientación propicia para conocerse a sí misma y superarse.

Si la persona no se da ella misma la oportunidad, y más bien la desaprovecha, tendrá que volver una y otra vez bajo circunstancias similares, pero quizás cada vez tenga menos tiempo para lograr lo mismo; o se le exija más en períodos más cortos. No depende de la cantidad de años el valor de una existencia, sino de la calidad y riqueza de dicha existencia. La existencia es tanto más valiosa, cuanto más útil sea para los demás.

Todo en la vida es dual, y depende cómo uno la enfrente para que se oriente hacia lo constructivo o lo destructivo. Todo en la vida es una cuestión de actitud. Lo que para una persona pueden ser grandes trabas y limitaciones para otro puede ser un reto o una gran oportunidad parta desarrollar sus capacidades.

Si bien es cierto que todo depende de la actitud frente a las cosas, no podemos negar algo que es un hecho en el universo: la ley de Causa y Efecto. Esta ley nos enseña que por cada acto, palabra o pensamiento positivo o negativo generaremos una reacción alrededor nuestro, que en su momento se manifestará como consecuencia. Esto es lo mismo que decir: “uno cosecha lo que siembra, tanto en ésta como en las demás existencias”... Por eso en vuestras escrituras sagradas se dice: “Has con otros cómo quisieras que hicieran contigo, y no hagas a otros lo que no quieras que hagan contigo”.

Así como el destino o karma debe entenderse como un proceso de aprendizaje, así también la enseñanza nos dice que no existe posibilidad de crecer internamente sino es a través de los demás. Cada persona a nuestro alrededor, tanto más cercana o más lejana es como un maestro para vosotros, tanto de lo bueno como de lo malo. Debemos estar atentos para extraer la mejor enseñanza de nuestras relaciones humanas.

Debemos de estar abiertos a aprender de todo y de todos, pero sin que esto signifique darles oportunidad a los demás como para que nos hagan daño. Nuestros parientes no están a nuestro alrededor para perjudicarnos o para hacernos la vida imposible, sino para fortalecernos y a la vez para crecer juntos; superándonos cada día. Nadie está a nuestro lado para estorbarlos sino para que aprendamos de ella y a la vez le enseñemos.

Cuanto más tratemos de huir de ciertas responsabilidades más veces volveremos a ellas. Nada ha sido dejado al azar, por algo estamos donde estamos; en el lugar y con las personas con las que convivimos, y convenimos previamente. Tratemos de aprovechar esa oportunidad descubriendo el por qué de todo ello; y haciendo lo que se espera de nosotros. Porque nada es para siempre, y cada situación es una oportunidad de crecimiento que no debe ser desaprovechada. No esperemos perder a nadie para empezar a valorarlo o para valorar a todos los demás que a están a nuestro alrededor.

Todo está sujeto como dijimos, a un destino, a un plan de vida. Como nada está dejado al azar ni es inamovible, debemos modificarlo sobre la base de una fuerza de voluntad firme y mediante una conciencia despierta.  Somos la consecuencia de nuestras vidas pasadas, sujetos a un largo proceso de aprendizaje y crecimiento evolutivo.  El destino es el programa de actividades existenciales previstas para el desarrollo y avance evolutivo del ser. Existe para nuestro beneficio y no para perjuicio de nadie.

La intención del destino no es otra que la de hacer que todos tengan un mismo punto inicial de partida, y que puedan alcanzar una trascendencia futura basándose en el esfuerzo individual, y al ritmo que cada uno aplique.

Quienes se encargan de establecerlo y hacerlo cumplir son como dijimos antes, los llamados “Guardianes del Destino” (Señores del Karma). Ellos al igual que el director de un colegio, tienen elaborado el programa de cursos (un sistema curricular) y actividades a desarrollarse según el grado escolar de cada cual.

Cuanto mayor sea nuestra edad evolutiva, que es lo mismo que decir a mayor madurez y conciencia a lo largo de las distintas existencias, tanto mayor margen como para escoger las condiciones de cada nuevo nacimiento y de lo que será cada existencia futura.

El destino establece el período de duración del proceso por el cual el individuo puede realizar el aprendizaje relativo a la presente existencia. Esto no quiere decir que la persona no pueda morir antes de esa fecha o después de esa fecha, porque el destino reiteramos no es algo inamovible. Por ejemplo: si al final de una vida de realizaciones personales al servicio de otros, como puede ser también su propia familia, la persona no había acabado con la misión asignada, pero estaba a punto de lograrlo, se le puede dar una ampliación de plazo, o otorgarle una existencia breve bajo condiciones muy similares, para culminar lo comenzado.

En el primer caso, la persona viviría lo que se ha denominado: “Una experiencia de Vida después de la Vida”. Y aquel ser de luz al final del túnel observado durante el trauma del desprendimiento, y que muchos identifican con Jesús o con un ángel ó con familiares, no sería otro que alguno de los Guardianes, esperándolo a uno para recibirlo o darle indicaciones. En el segundo caso, podría tener una nueva vida, pero breve e intensa.

Con respecto a la cantidad de años que uno vivirá, esto es muy relativo porque bien sabemos que no depende de la cantidad sino de la calidad en la vida para hacer más o mejores cosas por uno y por los demás, que puede extender o reducir el período de aprendizaje. Pero según el caso podría deberse a la cantidad de tiempo pendiente de vidas pasadas o a la necesidad de mayores oportunidades de compartir con otros, las cuales no debemos desaprovechar.

En cuanto al tiempo que uno se demora para encarnar entre una existencia y otra, esta se mide más o menos, por la misma cantidad de años que vivió; o sino hasta un margen de doscientos años entre una vida y otra. Aunque en la actualidad por la sobrepoblación mundial y los requerimientos evolutivos planetarios, mucha gente se demora muy poco tiempo para volver; volviendo algunos a encarnar al año de haberse ido.

Supongamos un ejemplo: un joven se suicidó a los veinte años por una fuerte depresión, pero él iba a vivir según su destino cincuenta años. Ese era el tiempo asignado como para que su vida incluyera ciertos viajes y experiencias de compartir con mucha gente; pero todo ello se frustró. Esa persona tendrá que aguardar los treinta años que le faltó vivir en una dimensión frontera con el mundo físico, que es el llamado: “Bajo Astral”. Y cuando vuelva a encarnar, vivirá sólo los treinta años que tenía pendientes.

Eso explicaría el por qué hay gente que muere al rato de haber nacido o al año, o de forma súbita. Hay gente que se suicida lentamente a través del alcohol, las drogas, el tabaco, y el consumo de todo tipo de estimulantes. Esa gente puede estar falleciendo un año, un mes o un día antes de la fecha prevista inicialmente; y ese sería el pendiente que tendría que vivir después, ósea la diferencia restante.

Pero a pesar de que el proceso de evolución es personal e intransferible, nos afectan los procesos individuales de los otros, porque el ser humano evoluciona interactuando con los demás. No hay evolución aislada. Y están dispuestas las cosas como para que no sólo evolucionemos en función de cómo enfrentamos las circunstancias que nos afectan directamente, sino que también las que lo hagan indirectamente, a través de los más cercanos a nosotros.

Recordemos que parte importante del proceso evolutivo es cuando dejamos que el amor nos afecte a través de la solidaridad, la caridad y la compasión. Y recordemos también que cuando alguien a nuestro alrededor fallece, no debemos permitir que lo mejor de nosotros muera con esa persona, sino que lo mejor de esa persona viva con nosotros y nos inspire para seguir adelante. Que nuestra vida sea el mejor homenaje al recuerdo de quienes nos precedieron.

Sixto Paz Well

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