domingo, noviembre 24, 2019

La predicción afectiva, una gran habilidad psicológica


Una de las consecuencias más relevantes de conocer y comprender nuestra historia personal es que al hacerlo incrementamos nuestra habilidad para la predicción afectiva. Esta nos permite valorar de forma realista cómo vamos a sentirnos o a actuar frente a determinadas circunstancias.

Predecir es anticiparse a un hecho y/o augurar su desenvolvimiento, obviamente, antes de que este se produzca. La predicción afectiva tiene que ver con esto. Se trata de una habilidad que nos permite anticipar cómo vamos a sentirnos o a comportarnos en determinadas situaciones. Implica un gran conocimiento de uno mismo y su proyección adecuada supone una gran ventaja.

La predicción afectiva no tiene nada que ver con capacidades sobrenaturales y tampoco se trata de una habilidad con resultados exactos. Simplemente es una capacidad que nace del autoconocimiento y de la reflexión. Su principal función es elegir y decantar las experiencias a las que podemos exponernos con éxito.  Esta habilidad no abarca todos los aspectos de la vida, sino que aplica para unas áreas específicas. Estas son la valencia afectiva, ciertas emociones específicas, la intensidad emocional en circunstancias concretas y la duración de ciertas emociones.

La valencia y la predicción afectiva

La valencia afectiva tiene que ver con el valor que le concedemos a un objeto, una persona o una situación. Ese valor dado puede ser positivo o negativo. Es positivo cuando consideramos que hace un aporte constructivo y negativo si pensamos que genera displacer o causa daño.  Todo indica que la mayoría de las personas tenemos un buen nivel de predicción afectiva en relación con la valencia. Es decir, somos bastante hábiles a la hora de prever la reacción de aceptación o de aversión que tendremos frente a una circunstancia o acontecimiento.

Nos basamos, consciente e inconscientemente, en las experiencias previas. Si algo nos generó sentimientos positivos en el pasado, asumimos que tenderemos a valorarlo de igual modo en el futuro. Lo mismo ocurre cuando lo que priman son sentimientos negativos. En suma, podemos predecir si algo nos gustará o disgusta rá antes de exponernos a ello.

La predicción frente a emociones específicas

La predicción afectiva frente a emociones específicas es un poco más compleja. Hay situaciones básicas en las que podemos adivinar cuál será el sentimiento o la emoción que va a embargarnos. Por ejemplo, podemos augurar que ante un animal furioso vamos a sentir miedo. 

Sin embargo, otras emociones no son tan fáciles de predecir. Por ejemplo, ¿qué vamos a sentir cuando alguien que nos ha causado un gran daño nos pida perdón? ¿Qué sentiremos cuando nos demos cuenta de que estamos perdidos en medio de una ciudad que no conocemos?

La habilidad para predecir esas reacciones emocionales ante situaciones paradójicas o complejas no está presente al mismo nivel en todo el mundo. Muchos no tienen idea de lo que sucederá. Otros, en cambio, pueden adelantar, con notable precisión, el devenir de los acontecimientos.

Duración e intensidad de las emociones

Otro factor que entra en juego es el de la intensidad de las emociones y su duración. Es el aspecto en el que es más difícil hacer predicciones. La ciencia dice que tendemos a sobreestimar tanto la intensidad como la duración de las emociones que sentiremos en el futuro.

En particular, tendemos a creer que los hechos negativos tendrán un impacto mayor en nuestra vida del que realmente tienen en la práctica. Esto precisamente es lo que muchas veces lleva a una inhibición para actuar. A esto se le llama sesgo de impacto y es una distorsión cognitiva.

La predicción afectiva y la vida

En realidad, todos estamos, de uno u otro modo, planteándonos escenarios futuros frente a muchas situaciones. Con base en esas expectativas llegamos a tomar todo un conjunto de decisiones o nos abstenemos de hacerlo. Por eso la predicción afectiva es una capacidad tan importante.  A veces, ese ejercicio de prever lo que sucederá internamente nace del autoconocimiento. Hemos reflexionado sobre quiénes somos y cómo actuamos. Por eso podemos adelantarnos a lo que sucederá en nuestra mente y nuestro corazón en diversas circunstancias.

Otras veces, lo que prima es un conjunto de imaginarios sobre lo que creemos o no creemos ser o poder. El temor, la falta de confianza o el escaso autoconocimiento hacen que prime lo imaginario sobre lo racional. El miedo o la ira inciden mucho en ello. En esos casos, podemos terminar actuando o dejando de actuar, en función de una fantasía y no de una previsión realista. 

Edith Sánchez 
Periodista y Licenciada en Ciencias Sociales,



No hay comentarios: