sábado, mayo 29, 2010

Las huellas de Jesús en el Himalaya



Entre los escenarios legendarios más sugerentes sobre Jesús de Nazareth se encuentra la que sostiene que en su juventud, aparte de haber estado en Egipto, habría pasado algunos años en India. El autor de este reportaje ha viajado hasta el monasterio de Hemis en Ladakh (India) para investigar la supuesta existencia de estos documentos.

El antiguo monasterio de Hemis en Ladakh, reconstruido infinidad de veces debido a los frecuentes terremotos que sacuden los valles y montañas del Himalaya, contiene en su biblioteca libros budistas de oraciones y antiguos pergaminos. En estos archivos milenarios encontramos escritos sobre exorcismos, comunicación con seres sobrehumanos, fórmulas para combatir demonios y huestes oscuras de otras dimensiones, tratados sobre la vida en otros mundos, doctrinas que tratan acerca de la pureza de la Luz y la Iluminación. Y algunos autores sostienen que también conservan documentos que recogerían el supuesto el paso de Jesús por Ladakh y el Himalaya.

La juventud ignorada

Después de la huída a Egipto de la Sagrada Familia desde Palestina que relata Mateo –tema que no aparece en Marcos, el evangelio más antiguo, ni en Juan, que también recoge una tradición muy próxima a los días de Jesús–, los evangelios canónicos nada nos dicen de su infancia y juventud.

Del relato de Marcos podría deducirse que no abandonó Palestina. Pero de su infancia los evangelios sólo recogen la circuncisión y el episodio de su discusión con los doctores de la Ley en el Templo, cuando tenía doce años (Lucas). En este sentido, la estadía de Jesús en Egipto que recoge Mateo es un escenario histórico posible, pero que no puede considerarse seguro. Sobre todo si pensamos que esta Huida de la Sagrada Familia se atribuye a la matanza de los inocentes, ordenada por Herodes el Grande, un hecho que todos los historiadores consideran legendario.

Sin embargo, el viaje a Egipto también aparece en algunos apócrifos y en la tradición copta. Según estas fuentes, en su juventud Jesús habría peregrinado por el Bajo y el Alto Egipto. Los monasterios coptos de Wadi El Natrum y Al Moharrak se habrían erigido en puntos claves de su itinerario. El hecho de que la tradición identifique a un árbol sagrado de la religión del Nilo (el tamarindo) como uno de los lugares de Egipto donde habría descansado la Sagrada Familia, podría ser un indicio de que estamos ante un viaje simbólico que alude a las raíces de la religión de Israel y del linaje real davídico. Pero la verdad es que no existen datos que permitan saber qué hizo Jesús ni dónde vivió antes de iniciar su magisterio en Galilea, dos o tres años antes de ser crucificado.

Como no podía ser de otra forma, estos «pasos perdidos de Jesús» se convirtieron en motivo de especulaciones y leyendas para todos los gustos. Y una de las más sugerentes es la que afirma que viajó a la India, donde habría completado la formación adquirida en Egipto.

La hipótesis de un viaje de Jesús a India, Tíbet, Nepal y los Himalayas fue formulada por el periodista y viajero ruso Nicolás Notovich en el libro La vida desconocida de Jesús. Según su versión, los lamas le dieron a conocer unos manuscritos que hablaban del profeta Issa (nombre oriental de Jesús), describiéndolo como un niño nacido en Israel de padres pobres y piadosos, «por cuya boca habla Dios». Notovich sostiene que consultó una copia escrita en lengua pali en el monasterio de Hemis (Ladakh), y que el original se conservaría en Lhasa, capital del Tíbet y sede tradicional del Dalai Lama.

Siempre según Notovich, Jesús habría estudiado los textos sagrados budistas e hindués y pasado largos periodos en las ciudades santas de Benarés y Rajagrhiba, entre otras localidades de India, Tíbet y Nepal.

En 1929, el hindú Swami Abhedananda publicó una supuesta traducción bengalí de esta fuente, aunque con algunas diferencias. Éstas podrían deberse a que tuvo acceso a otra copia. En su Diario, el famoso artista místico ruso Nicolás Roerich citó varios fragmentos muy similares a los recogidos por Notovich en su libro, pero provenientes de otra fuente. Su hijo Jorge Roerich defendió su autenticidad. También lo avaló la pianista Elizabeth Capari. Esta mujer mantuvo que durante un viaje a Hemis en 1939, un lama le habría mostrado unos pergaminos, afirmando: «Este libro dice que su Jesús estuvo aquí».

¿La tumba de Jesús?

Pero las leyendas de un vínculo de Jesús con India no sólo se refieren a su formación durante su juventud y a su presunta prédica contra el sistema de castas. En su libro Jesús vivió y murió en Cachemira, Andreas Faber-Kaiser sostuvo hace 30 años que se habría salvado de la crucifixión, exiliándose en Cachemira, donde moriría y sería enterrado. En esta zona existe una rica tradición legendaria, que incluye una mítica tumba de Jesús (el Rozabal), presuntos descendientes suyos y hasta algunos lugares asociados a su presencia, como «el prado de Jesús». Sin embargo, debemos advertir que se trata de una región en la cual existían colonias judías desde varios siglos antes de Jesús, un activo comercio con Próximo Oriente y donde también existe una supuesta tumba de Moisés. Y todos estos son factores propicios para estimular la fantasía y la difusión de tradiciones legendarias.

En cualquier caso, estas fuentes, severamente cuestionadas por la ausencia de base documental, afirman que Jesús habría atravesado las tierras de Siria, Irak, Irán, Afganistán y Pakistán hacia la India, fuente del saber místico de Vedas y de los Upanishad, para luego seguir hacia los valles y montañas del Himalaya a través precisamente Ladakh, donde se encuentra el monasterio de Hemis. Después de recorrer el Tíbet y parte de la antigua China, habría regresado a Palestina por una ruta más corta.

De acuerdo con esta teoría, las claves de la sabiduría de Jesús se situarían por tanto en dos puntos emblemáticos de la tradición iniciática universal. Por un lado, el antiguo Egipto, y también la doctrina de la Luz y las Tinieblas de la religión persa de Zoroastro. Por otro, los milenarios conocimientos del panteón hindú, con su miríada de dioses y de energías, y el budismo, unido al Mahavirismo jainista de la India y a la antigua religión del Himalaya, animista y de poderosas vibraciones, como las del Bon-po. Finalmente, también habría conocido la filosofía de la China ancestral. Cuando Jesús regresó a Palestina para liberar el cuerpo (de la dominación romana), y alma de sus hermanos de sangre (de su ignorancia), ya habría completado su iniciación, convirtiéndose en el Cristo: el gran Iluminado de Dios.

Es en el contexto de esta imagen de Jesús que adquiere especial importancia el supuesto documento que estaría celosamente custodiado en el monasterio Hemis, a 45 kilómetros de Leh, capital de Ladakh.

Esta es la región más alta de la India habitada. Comprende cuatro principales zonas de montaña: el Gran Himalaya, Karakoram, Zanskar y la propia Ladakh. Y jamás estuvo aislada. A través de siglos y milenios fue la ruta comercial obligada de la Seda, el itinerario de las largas caravanas que atravesaban la India y Asia Central hasta China y el Himalaya, con sus colosales montañas, valles y desiertos.

El Valle del Indo ocupa gran parte de la zona situada en torno a Leh y los numerosos monasterios que se encuentran desperdigados entre rocas y árboles, en territorios elevados, frecuentemente protegidos por vistosas barreras naturales.

Visita al monasterio

Llegué hasta allí un día cálido y soleado, a pesar de la cercanía de invierno, a mediados de septiembre. Entre noviembre y febrero, a veces hasta marzo, los caminos resultan prácticamente intransitables. Están cubiertos por más de dos metros de nieve y registran temperaturas de 23 grados bajo cero. El jeep me condujo por una carretera asfaltada, con una vista espectacular de lejanos y cercanos monasterios y campesinos sembrando mientras cantaban con alegría bajo un cielo profundamente azul.

Casi paralelas a la carretera, las claras aguas turquesas del río Indo fluían hacia el Rajastán hindú, a miles de kilómetros. Un puente provisional apareció ante el vehículo ya en el tramo final, mientras el amable chófer a quien contraté durante, cambiaba una y otra vez las cintas con canciones típicas del lugar.

Al acercarnos al monasterio, protegido por rocas verticales de la montaña, entre frondosos abedules y alerces mecidos por la fresca brisa, y largos mástiles con las infaltables banderas de oración ondeando sus plegarias a los Bodhisatvas, me sentí subyugado por la paz y la belleza. Las vibraciones de Luz se podían casi palpar con la yema de los dedos. Subí unos escalones y Hemis me recibió.

Aunque está declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, su aspecto no era el mejor. Necesitaba urgentemente nueva pintura y arreglos en sus paredes, Las puertas de madera habían sido severamente castigadas por el clima inclemente. Pero el panorama desde la terraza era espectacular, abierto a una sucesión de valles de distintas tonalidades por la mezcla de minerales. Un auténtico arco iris en tierra.

Sólo había tres visitantes más, y algunos niños. Apareció un monje y me invitó a pasar al interior del templo. Fuerza y serenidad fueron las emociones que allí sentí entre los Budas, mandalas y ruedas de oración. En uno de los muros, larguísimos estantes cobijaban libros de rezos budistas, pergaminos y vaya a saber qué otros tesoros desconocidos.

Me acerqué a los libros, algunos cubiertos por telas y otros bajo vidrio, cuando dos monjes lamas se me acercaron. Les sonreí. Las horas siguientes las pasé con ellos, mientras me enseñaban cómo fabricaban el papel y elaboraban su tinta con bayas y resinas de la zona.

El silencio de los lamas

Me llené de valor y les pregunté si ellos tenían algún conocimiento del Jesús de los cristianos. No sabían mucho, sólo por referencias, o al menos eso me respondieron.

Cuando llegó el lama superior intenté entenderme con él. Me dijo que «había escuchado comentarios sobre la existencia de algunos escritos sobre grandes maestros buscadores de sabiduría hacía mucho tiempo, antes de que existiera este monasterio». Pero manifestó ignorar si esos escritos se conservaban allí, en Hemis. «¿Y quién lo puede saber?», le pregunté. Me sonrió. Simplemente, me sonrió con amabilidad. Entonces intuí que en Hemis, muy en secreto, se guardaban documentos valiosos.

¿Sueños? ¿Visiones? ¿Una realidad, que no quiso contarme? Lo cierto es que cuando me despedí de los nuevos amigos monjes, comprendí que ellos no iban a revelarle nada –si es que de verdad lo sabían- al primer extranjero que pasara por aquel lugar sagrado. Aunque su alma fuera buena.

Quizá, si regreso en esta vida, me quede a vivir con ellos un tiempo. Entonces, y sólo entonces, tal vez comprendan la importancia de dar a conocer esos escritos sagrados. O tal vez, no sucediese de ese modo y tengan motivos profundos para mantenerlos en secreto. O acaso realmente no existan.

Ya en el jeep, mientras el motor ronroneaba por el camino irregular, antes de pasar nuevamente por el puente sobre el río, pensé en todas esas posibilidades. Poco después, pedí al conductor que se detuviera un momento. Me bajé y apoyé mi cabeza sobre la tierra. Puse las palmas de mi mano sobre el césped que allí crecía y me confundí en oración con el tiempo y el espacio, mientras a lo lejos el monasterio de Hemis parecía contemplarme.

Akasico.com

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