viernes, enero 16, 2009

Jung: el hombre, el mago

Este hombre enigmático nació el 26 de julio de 1875 en Kessvil, Suiza, precisamente el año en que, sincrónicamente, diría él, Madame Blavatsky fundó en Estados Unidos la Sociedad Teosófica.

Durante su niñez fue conformando una suerte de mentalidad mágica… Le gustaba construir castillos de piedras, perderse entre los bosques, encender fuegos entre las rocas que luego iba cuidando para que no se apagaran… "Los demás podían hacer fuegos en otras cavidades, pero estos eran profanos y dejaban de interesarme. Sólo mi fuego permanecía vivo y poseía un dejo inconfundible de santidad". Le atraía inevitablemente lo misterioso, lo secreto.

Tal vez esa mentalidad que tenía Jung le viniese de familia. Su abuelo paterno fue profesor de Medicina de la Universidad de Basilea y se suponía que era hijo natural de Goethe; su abuelo materno, pastor protestante como su padre, hacía sesiones espiritistas en casa; su madre tenía una afición especial a todo lo denominado esotérico u ocultista, incluso parece ser que ella sufrió o vivió determinados fenómenos parapsicológicos que iba anotando en un diario; y tenía además una prima que era médium.

El año 1895 decide ingresar en la Facultad de Medicina. En esa época manifiesta un interés muy marcado por los temas ocultistas, asistiendo a las sesiones de espiritismo que organizaba su prima. Las notas que tomó en estas sesiones le sirvieron para redactar su tesis doctoral en 1902: Sobre la psicología y patología de los denominados fenómenos ocultos. Nos dice el propio Jung: "Por mi parte, encontraba tales posibilidades sumamente interesantes y atractivas –visión de fantasmas, mesas que se mueven, comunicaciones telepáticas–. Añadían otra dimensión a mi vida; el mundo ganaba en profundidad y perspectiva".

Tal vez ese interés por los fenómenos espiritistas le motivara a hacerse psiquiatra, especialidad en la que veía la unión entre las Ciencias del Espíritu y las de la Naturaleza.

Según cuenta A. Oeri, ex–condiscípulo y amigo personal de Jung, "Carl Gustav había adquirido probadamente una notable información sobre Espiritismo, primero mediante la lectura de innumerables textos y posteriormente con la experiencia directa". "He visto –contaba Jung a Miguel Serrano– a médiums producir fenómenos de materialización y mover objetos a distancia". En esos años estudió, entre otros casos de Parapsicología y Espiritismo, las cualidades de médiums como Rudy Schneider. Leyó gran cantidad de obras sobre el tema y sufrió él mismo apariciones, como la cabeza de una mujer en la almohada de su cama.

En un principio, Jung afirma que esos fenómenos son producidos por la propia psique: "No alcanzo a ver en todo esto una prueba de la existencia de verdaderos espíritus; antes bien considero el estudio de este tipo de fenómenos como un capítulo de la Psicología"… Sin embargo, con el tiempo se desmentirá a sí mismo y afirmará que existe un mundo más allá de nuestra propia psique, del cual ésta está imbuida, que podría, al margen de nuestra propia conciencia, producir fenómenos en nuestra realidad consciente:

"Durante medio siglo he coleccionado experiencias de muchas personas y de muchos países, razón por la cual no me siento tan seguro de lo que expresé en 1919". Jung propone la existencia de una realidad subyacente de índole no totalmente psíquica, a la cual denominaba "psicoide". "Si bien es cierto que nuestros argumentos críticos ponen en tela de juicio cada uno de los casos particulares de apariciones, también es verdad que ninguno de estos argumentos tiene fuerza suficiente para probar la inexistencia de los espíritus".

El 1900 comienza su especialización como psiquiatra en el Hospital Psiquiátrico Universitario de Zürich. Le atraen al principio básicamente cuatro campos del conocimiento: Ciencia, Filosofía, Arqueología e Historia, aunque luego se decantó por la Ciencia en el área de la Medicina, en parte por los intereses ya mencionados y en parte por motivos económicos. Leía a Nietzsche, a Schopenhäuer, que se ocupaba del sufrimiento, la confusión y el mal, y estudiaba con avidez a los clásicos. Estuvo fuertemente influido por el Movimiento Romántico alemán, El Sturm und Drang, vigente aún por esos años de 1870 a 1900. Pero sobre todo la influencia mayor en Jung vendrá dada por sus propios sueños proféticos, presentimientos y premoniciones que le acompañarían toda su vida.

El 10 de diciembre de 1900, a los 25 años, es nombrado Primer Asistente Médico de la Clínica Neuropsiquiátrica de Burghölzi. Allí mismo comienza a trabajar en el Departamento de Psicología Experimental, creado por él, donde tendrá como colaboradores a los doctores Franz Riklin, Max Etington y Herman Numnberg. En esta época trabaja sobre los Test de Asociación y los Complejos.

Dos años después en la Universidad de Zürich dictará clases prácticas en temas relacionados como sonambulismo, automatismo e histeria. Parece ser que en cierta ocasión entró en la clase una mujer paralítica muy habladora. Jung, un poco azorado, se dijo: "No tengo tiempo de escucharla", y la hipnotizó. Al despertar se le había curado la parálisis. Entonces trató de sobrellevar la situación y dijo a sus asombrados alumnos: "Ahora ya han visto Vds. lo que puede hacerse mediante la hipnosis"… pese a que ni él mismo tenía la más mínima idea de lo que había ocurrido.

En esa época de su vida leerá las obras de Freud, fundador del Psicoanálisis, concretamente La interpretación de los sueños. Se enamorará de sus teorías, especialmente la del Inconsciente, considerado por Freud como el real productor de los fenómenos en nuestra vida consciente. "Descubrí la conexión con mis propias ideas —afirma Jung—". Nuestras costumbres, nuestros hábitos, nuestros traumas, según la Teoría del Inconsciente, no estarían producidos meramente por la educación de los padres o el medio ambiente que estamos viviendo, sino que habría un mundo desconocido en nuestro interior que sería el causante de esos fenómenos externos.

Freud y Jung
Esta teoría del inconsciente fascinará a Jung, y forzado por sus propias investigaciones en este mismo sentido, viajará para encontrarse con Freud y hacerse discípulo suyo. Se dice que la primera vez que se encontraron, el 3 de marzo de 1905 en Austria, estuvieron trece horas seguidas hablando, discutiendo sus ideas, expresando sus puntos de vista, y se creó un lazo maestro–discípulo, un lazo que, de todos modos, no tardó mucho en romperse.

Se inicia una relación que permitiría el despliegue internacional del Psicoanálisis. En 1908 tiene lugar en Salzburgo el Primer Congreso de Psicoanálisis. En 1909 es invitado junto con Freud a los EE.UU. En 1910 se constituye la Asociación Psicoanalítica, y durante el II Congreso de Psicoanálisis, en Nüremberg, Jung es elegido Presidente. A partir del III Congreso de Psicoanálisis, en Weimar, Jung se sumerge cada vez más en la Mitología, distanciándose teóricamente de su maestro.
El IV Congreso de Psicoanálisis en Munich es el momento de la separación de Jung del movimiento psicoanalítico, abandonando la presidencia de la Asociación Internacional de Psicoanálisis y los distintos cargos. La relación de Freud y Jung se rompe para siempre. Tras esta ruptura, Jung deja su cátedra en la Universidad. En 1933 dice Jung en una carta: "Me gustaría rectificar el error de que procedo de la escuela freudiana; soy un discípulo de Bleuler". En cierta ocasión Jung le preguntó a Freud por qué el psicoanálisis no adoptaba nuevos puntos de vista acerca de la Parapsicología y la precognición; Freud replicó abruptamente: "Eso es puro sinsentido". Jung no pudo aceptarlo, y se dedicó a investigar por su cuenta en los libros de mitología, a estudiar Religiones Comparadas, y fue dándose cuenta de que dentro de ese inconsciente había más elementos que los propiamente expresados y defendidos por Freud, que había "algo más". Vio un límite que Freud no podía o no quería cruzar.

Es interesante conocer que Freud había creado un círculo de discípulos, un "consejo secreto" con un juramento y un anillo de reconocimiento con una entalladura griega, y que se habían propuesto defender a capa y espada su "causa". De este modo la cúpula de los psicoanalistas adquiría un carácter de entidad "esotérica" y, paradójicamente, anti esotérica. Jung no quiso participar de este grupo y fue excluido. El quería investigar en la religión, en lo simbólico, en lo que llamó el Inconsciente Colectivo de la humanidad y los arquetipos.

Freud quiso presionarle instándole a que no estudiara ocultismo. Y por un tiempo lo consiguió. Curiosamente, Freud era muy autoritario, él psicoanalizaba a toda la gente pero no se dejaba psicoanalizar por nadie, sólo se analizaba a sí mismo; en un viaje que hicieron a América en 1912 en el que se iban contando los sueños, para psicoanalizarlos, escribe Jung que Freud nunca llegó a contarlos totalmente por miedo a perder su autoridad, "sin darse cuenta de que ya la estaba perdiendo". Esa actitud provocó en sus discípulos, especialmente los que dejaban el "consejo secreto", grandes crisis y traumas. Hubo gente que incluso se suicidó.

La furia de Jung explotó finalmente como una bofetada en la cara. Su técnica de tratar a sus alumnos como pacientes, le decía, era un error tremendo: "De esta forma usted consigue o hijos esclavos o cachorros insolentes… Usted va por ahí husmeando acerca de todos los actos sintomáticos a su alrededor, reduciendo así a todos al nivel de hijos e hijas… Mientras tanto, usted se instala allí arriba como un padre, sintiéndose un santo".
Este interés divergente de Jung respecto a Freud fue abriéndose cada vez más; en 1911 el propio Jung propone a Freud "conquistar también el ocultismo", y afirma: "Ahora le estoy dando vueltas a la astrología, cuyo conocimiento aparece como imprescindible para la comprensión de la mitología. En estos oscuros dominios existen cosas maravillosamente extrañas". En otra ocasión Freud le dice: "Mi querido Jung, prométame no abandonar nunca la teoría sexual, ésta es la cosa más esencial entre todas. Debemos hacer de esto un bastión inexpugnable". Algo extrañado, Jung le preguntó: "¿Un bastión contra qué?" A lo cual Freud respondió: "Contra la negra avalancha… (aquí vaciló un momento y añadió)… del ocultismo". Lo que Freud parecía entender por ocultismo era más o menos todo lo que la filosofía y la religión (incluyendo la parapsicología) tenían que decir sobre el alma…

Esas diferencias entre maestro y discípulo llegaron evidentemente a hacer que se separaran dolorosamente en 1913. Muchas puertas se le cerraron a Jung y los antiguos amigos del círculo freudiano le dieron la espalda.

En ese tiempo encaró la investigación de las disposiciones psicológicas (extroversión/introversión), de la que surgirá su importante obra de 1921: Tipos psicológicos. En este libro monumental que le lanzó a la fama Jung elaboró el duelo de la separación de Fruíd, asumiendo sus diferencias y su propia vía: la psicología analítica, profundización y ampliación del psicoanálisis freudiano. La separación teórica comienza al comprender Jung que la libido es una fuerza psicológica más amplia y omnipresente que lo que Freud supuso.

Por aquella época tuvo varios sueños reveladores; en uno de ellos se encontraba en una ciudad moderna cuando vio a un caballero con toda su armadura; llevaba una túnica blanca con una cruz roja –un cruzado-. Nadie parecía notar su presencia. Jung lo asoció con su propia búsqueda del Grial, de algún profundo sentido de la existencia: era el símbolo de su propio yo esencial.

La etapa de los viajes
Entró en crisis en esta época de su vida, igual que le pasó a Adler, el creador de la psicología individualista, pero la forma de vencer Jung esa crisis fue distinta. Nos dice Colin Wilson: "Su mente necesitaba recorrer, con libertad, amplios campos en literatura e historia; se sentía sofocado como un simple médico. Ocho años de trabajo clínico en el Burghölzi le habían proporcionado su ración de "realidad"; ahora estaba hambriento de poesía, de mito, del "mundo de los elfos".

En primer lugar, tenemos que mencionar una extraña obra que escribió en esa época de crisis, que algunos no han querido reconocer como perteneciente a Jung: los "Siete sermones a los muertos", extraño libro que escribió en sólo tres tardes, pero que reúne sus inspiraciones y visiones en el periodo que va desde el 15 de diciembre de 1916 al 16 de febrero de 1917. La creación de este libro fue anunciada por acontecimientos sobrenaturales y se vio colmada de fenómenos de naturaleza parapsicológica. Nos cuenta Stephan Hoeller: "Una multitud de espíritus parecía llenar la habitación, y de hecho toda la casa, y nadie podía siquiera respirar normalmente en el vestíbulo infestado de fantasmas".

El título figura en latín, "Septem sermones ad mortuos", y luego continúa en alemán con el subtítulo: Siete exhortaciones a los muertos, escritas por Basílides en Alejandría, la ciudad donde se unen Oriente y Occidente. "Los siete sermones" y el posterior "Libro rojo" son, en palabras del propio Jung, la fuente de todas sus obras.

En el Libro Rojo expuso dibujos y pinturas que eran expresión de sus visiones y profundizaciones en su mundo interior. En esa época Jung declaró tener dos naturalezas, la personalidad número 1 y la número 2, el yo cotidiano y la que llamaba "Filemón"; la segunda era la fuente de sus sueños. Jung el místico guiaba e inspiraba al Jung científico. Es curioso que gran parte de sus experiencias originales sobre el inconsciente surgidas a partir de su gran transformación –la época de su crisis y afirmación interna en su misión en la vida–, no sólo las mantuvo reservadas en vida, sino que después de su muerte sus herederos guardan una actitud reservada. Lo verdaderamente fascinante es descubrir que la mayor parte de su trabajo científico, si no todo, puede estar basado en revelaciones visionarias.

Empezó a viajar a diferentes países del mundo, el norte de África, Argelia, Túnez… También Norteamérica, donde conoció a los indios "pueblo", e hizo amistad con Ochwiay Biano, "Lago de la Montaña", que era el chamán de la tribu. Allí encontró una mentalidad diferente característica de los pueblos primitivos, tal vez más en armonía con la Naturaleza que el occidental; Lago de la Montaña le decía a Jung que el occidental, por sus propios rasgos físicos, parecía un ave de presa, estaba siempre nervioso, iba siempre buscando algo, y que nuestra civilización occidental, con sus metrópolis, sus aviones, sus coches, sus relojes, su ir corriendo de un lado a otro sin saber muy bien por qué ni adónde, de alguna manera se manifestaba en el propio rostro del hombre occidental, que estaba un poco loco porque "pensaba con la cabeza". "¿Cómo que loco porque piensa con la cabeza? –inquirió Jung– ¿y ustedes con qué piensan?". "Nosotros con el corazón", fue la respuesta de Lago de la Montaña.

También en esa época de crisis irá a Alejandría, donde tuvo lugar una curiosa anécdota. Estando en casa de un quiromántico, cuando le leyó la mano se quedó mirándole a los ojos y le dijo: "usted es uno de los más grandes hombres que nunca he visto… No puedo decir más". Más tarde Hermann Hesse contribuyó postulando: "Jung es como una montaña". Lo que nos podría dar atisbos de la realidad de este psicólogo suizo. Jung fue algo inmenso, mucho más de lo que se apresa en sus obras; es algo más que su propia vida, hay algo detrás de él que nos hace creer en la afirmación de alguno de sus discípulos que consideran como "El último mago", "El último místico", aquél que se atrevió aún a ofrecer un poco más de luz.

Viajará también a la India en 1938, invitado especialmente por el Gobierno a participar en la celebración del 25 Aniversario del Congreso Indo de Ciencia. Allí Jung pudo conversar largamente con los monjes acerca de los ritos ceremoniales, y se afirmó en sus ideas al encontrar en los Vedas, en los Upanishads, en toda la tradición inda, budista y brahmánica, sus propias intuiciones expresadas en otra terminología. Los arquetipos del inconsciente colectivo, la sincronicidad, el ánima, el animus… Todos sus conceptos los va a encontrar explicados más sencillamente en la India. Descubrió en esa tradición milenaria los intentos y logros de miles de sabios que ahondaron en el mundo de la psique, de lo invisible, en el universo de las causas que producen los fenómenos.

Descubrirá un libro lleno de misterios y evocador de enigmas, el I Ching, que ya consultaba desde el año 1900, y que seguirá consultando toda su vida. "En realidad, la sabiduría del "I Ching" tiene su base, no en el principio de causalidad, sino en otra ley que hasta ahora ha pasado inadvertida porque en la vida corriente es inaplicable, a la cual he dado provisionalmente el nombre de principio sincrónico. Es un importante sistema que intenta en cierto modo ordenar el juego de los arquetipos y hacerlo legible. El papel de mediador entre los acontecimientos del mundo exterior y la situación interior corresponde en ello al número".

Jung y su misión

Volvió a Europa y se dedicó a indagar y rescatar la sabiduría de los siglos. Se adentró de lleno en aquello que tanto pavor provocaba en Freud, el ocultismo. Estudió textos gnósticos, así como la terminología y el espíritu de la alquimia; releyó las viejas enseñanzas de las religiones paganas, comparó tradiciones y mitologías de todos los pueblos del orbe, escribió sobre ovnis, tarot, gnosis, astrología, comentó el Zohar, el Bardo Todol, el I Ching… Fue conformando su ideología, su doctrina, cimentando su propia escuela, la Psicología Analítica, y participando en el Círculo Eranos, creado en torno a él a iniciativa de Frau Olga Froebe Kaptein en 1933. En esa época aparecen sus libros "Psicología y alquimia" y "Psicología y religión", donde narrará sus experiencias en Asia, África o América.

Escribe J. García Font: "Se ha tildado a Jung de ocultista. Se impone reconocer que no sólo ha estudiado e interpretado, junto con su colaboradora Marie Luise von Franz, buen número de documentos ocultistas y esotéricos, sino que realmente ha intentado, como chamán de nuestro tiempo, relacionarlos con las entidades que desde el reino del inconsciente mantienen secreta relación con nuestros actos, con nuestras aspiraciones, con nuestro destino… "y Miguel Serrano afirma en "El Círculo Hermético": "Él expuso con nuevos términos los misterios que corresponden a la tradición eterna y que, de un modo u otro, se encuentran reñidos con el lenguaje de la ciencia oficial. Jung presenta en nuestro tiempo un lazo con el hermetismo del pasado".
Se ha vinculado especialmente a Jung con el Gnosticismo, la corriente espiritual que identifica la salvación con el conocimiento superior, y que ejerció tanta influencia en el Cristianismo primitivo y entre los cátaros. El cita extensamente esta corriente espiritual dedicándola largos pasajes en su obra Aion. Además, la influencia de Jung fue casi la única responsable del proyecto de la publicación del mayor depósito de obras gnósticas originales jamás descubierto en la historia, la Biblioteca de Nag Hamadi. En reconocimiento a su labor, se le entregó en su octogésimo cumpleaños un códice que fue llamado el Códice de Jung, entregado por el Instituto Jung en Zürich. El mismo llevaba un anillo con una piedra gnóstica. Miguel Serrano le preguntó sobre su significado y Jung dijo:

"Es egipcio. Aquí está grabada la Serpiente, que simboliza al Cristo. Arriba un rostro de mujer. Abajo, el número ocho símbolo del infinito, del laberinto, del camino del inconsciente. He cambiado algo aquí para que el signo sea cristiano, pues la gema es anterior. Todos esto símbolos están absolutamente vivos en mí y cada uno de ellos despierta una reacción determinada en mi alma".

Esta relación de Jung con las enseñanzas teosóficas no es forzada. Stephan Hoeller nos dice: Dentro de la alquimia, Jung tomó contacto con una de las ramas más importantes, la que algunas veces ha sido llamada "Tradición pansófica", o la herencia de la sabiduría que descendió de fuentes gnósticas herméticas y neo-platónicas, a través de numerosas manifestaciones posteriores, hasta los tiempos contemporáneos. Jung se dio cuenta de que esta tradición pansófica o teosófica había tomado muchas formas a través de la Historia, pero también que se había manifestado especialmente en los siglos XIX y XX dentro de los movimientos de la teosofía moderna, cuya exponente había sido la viajera aristócrata rusa, Madame H. P. Blavatsky.

En trabajos como "El Self" y "La civilización en transición", Jung reconoció con claridad a la Teosofía moderna como una importante manifestación contemporánea del Gnosticismo, y la comparó con una cadena montañosa submarina que se extiende bajo las olas de la corriente principal de la cultura, de la que sólo de vez en cuando se ven los picos sobresaliendo gracias a personajes tales como la señora Blavatsky, Annie Besant, Krishnamurti y otros. Más adelante dirá: "Sólo dos fuerzas emergieron a finales del siglo XIX y principios del XX: se dirigieron al fuego mismo en el centro del diamante de varias facetas del alma, y se esforzaron a su manera por comprender la dinámica del brillo de su luz.
Las dos fuerzas eran el ocultismo moderno, iniciado por la Teosofía de Madame Blavatsky, y el Psicoanálisis moderno, iniciado por Freud y enriquecido con nuevas dimensiones". Jung abrió la brecha que une la ciencia y el esoterismo, pero su trabajo no está acabado. "La noche todavía es larga y los vigilantes nocturnos son pocos. ¿Será la obra maestra llevada a una nueva etapa hacia su culminación? ¿Quiénes serán los alquimistas, los gnósticos del futuro?

El fin
Hay quienes consideran a Jung como un mago, el último mago: otros como un alquimista, un gnóstico o un teósofo, el principal psicólogo del siglo XX o más bien un psicólogo del siglo XXI; para algunos hereje de la ciencia y para otros una puerta abierta al misterio; sus mismos discípulos le comparaban con Merlín el mago. Stephan Hoeller nos dice: "C. G. Jung era un sanador de almas y un sanador de la cultura… Esta eficiencia y sabiduría fueron el resultado no de la herencia, circunstancias o educación, sino de haber recorrido el camino hacia el mundo de sombras donde habita el conocimiento secreto del alma". De cualquier modo para nosotros es, como dijo Hermann Hesse, una montaña, un hombre enigmático que en determinado momento de su vida (1952) consideró que había cumplido su misión:
"Mi tarea está terminada, ahora puedo descansar", y se retiró a una torre fabricada con sus propias manos, grabó en ella mandalas, símbolos alquímicos y cabalísticos, se preparó una sala, un sancta sanctorum subterráneo para meditar en su interior, y se encerró en su propio mundo con la serenidad de haber cumplido una misión, la de haber dado a este mundo una axiología, un método, una dirección hacia la eternidad. La de haber traducido el conocimiento tradicional y haber dado visos de verosimilitud a conceptos considerados descabellados.

Allí Jung, en su torre de Bollingen, a orillas del lago Zürich, daba salida a su mentalidad mágica, saludaba a los objetos, que consideraba llenos de vida, dueños de un alma y dignos de respeto. "Ellos lo saben y lo agradecen". El había conseguido sobrevivir a la visión materialista de sus contemporáneos, había llegado a ser el viejo sabio, y sus ojos llegaron a ver facetas de la realidad que a muchos, por ahora, nos están negadas.

A los 68 años sufrió un accidente que le provocó un ataque al corazón y lo llevaron a un hospital. Su enfermera le contó después que había notado un resplandor que le rodeaba mientras yacía moribundo. En esos días tendrá numerosas visiones preconizadoras de la muerte. Vio un enorme bloque de piedra ahuecado, como algunos templos de la India; delante estaba sentado un hindú en la posición de loto. "A medida que se acercaba –dice Jung– tuve la sensación de que todo se iba cayendo, desprendiéndose de mí; que se me desnudaba de todas mis ambiciones, deseos, pensamientos, de toda la fantasmagoría de la existencia terrena… un proceso tremendamente doloroso". Y mientras el hindú lo conducía a un templo interior, tuvo la certeza de que estaba a punto de encontrarse con "toda aquella gente a la cual verdaderamente pertenecí", y que pronto comprendería el sentido de su vida y porqué había sido enviado al mundo.

Cuando murió, el 6 de junio de 1961, se produjo una fuerte tormenta durante la cual un rayo alcanzó el álamo bajo el cual acostumbraba a sentarse cerca del lago. Sus últimas palabras fueron: "Hoy beberemos un buen vino tinto".

Epílogo

Para Jung, el siglo XX estaba en crisis. Especialmente sus últimas obras reflejan la pérdida de valores y destino de Occidente. Su actitud hacia el mundo moderno se hacía cada vez más negativa. Aborrecía su arte, su música, su literatura, su política. Escribió sombríamente en una carta: "¿Por qué diablos el hombre es incapaz de crecer?" Él denominó esta época Cairos, "el momento donde se transmutan los dioses", y dijo que es muy importante y difícil, pero que en su propia dificultad es una oportunidad para que el hombre aprenda y se transmute.

"Conozco que esto es meramente un deseo pío, para cuya realización se necesitan siglos, pero en cada Eon existen por lo menos unos pocos individuos que entienden que el verdadero trabajo del hombre consiste en perseverar y traspasar su tradición para las futuras generaciones y para un tiempo donde la visión interior haya alcanzado un nivel más profundo y general. Primero, la dirección de unos pocos cambiará, y en unas cuantas generaciones habrá un mayor número… El verdadero camino es el de la Magia, el trabajo para la perfección individual. En el mundo de masas que se impone, se necesitarán más que nunca individualidades fuertes, que la polaricen y equilibren la tensión…"

Miguel Serrano, para finalizar, nos describe así a Jung: "Sus gestos y palabras eran reposados, elegantes, pero llenos de un entusiasmo contenido, de un fuego interior, adivinándose la trepidación de un pensamiento vivo, constante, de todas las horas. Aunque envejecido, una potente energía se desprendía de él mientras hablaba, así como bondad, mezclada con una cierta ironía o quizás sarcasmo. Todo ello envuelto en un cierto aire de ausencia y de misterio…" "Sólo los poetas –dijo– me entenderán".

Y tan sólo poetas, sacerdotes o magos, en el sentido tradicional, podrán continuar su obra, pues con Jung pasa como con otras grandes figuras de este siglo, Heissemberg, Einstein… su grandeza es tal que para sus contemporáneos son oscuros. Su luz sólo se verá con claridad en el futuro.

-"Vocatus atque non vocatus deus adherit"
-"Evocado o no, el Dios está presente"

Esta frase estaba escrita en la cripta familiar y en la puerta de su casa y pertenecía al Oráculo de Delfos. José Rubio Sánchez Sacramento Pinazo Editado en: Revista Nueva Acrópolis.
Enero de 1993.



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