Platón, además de un hito esencial dentro de la filosofía occidental, es un estupendo narrador de mitos que no sólo ocupan cierta extensión en su obra filosófica sino que destacan en el conjunto de las páginas platónicas por su fuerza poética y plástica y su seducción intelectual.
El mito impacta la imaginación y deja un rastro fascinante en la memoria. Resulta sorprendente que Platón no renuncie, ni siquiera en la República un diálogo de una alta elaboración filosófica, a los mitos como forma de expresar la verdad; de hecho, recoge quizá los más discutidos y enormes de toda la Historia. Uno de ellos es el tema de este artículo.
El mito de la caverna de Platón.
El mito de la caverna se encuentra en el libro VII de la obra República de Platón, escrita hacia el año 380 a. de C. Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo que nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real.
En una caverna bajo tierra, en la que los prisioneross están sentados de espaldas a la entrada y de cara a la pared. Ellos están cautivos, atados con cadenas, de manera que sólo pueden mirar hacia la pared del fondo. los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.
De la caverna sale un camino en pendiente, áspero, hacia el exterior, donde no llega la luz natural su claridad viene de un fuego bien dispuesto. Hay una tapia entre el fuego y los espectadores, y entre ella y el fuego desfilan hombres portando objetos. Además la pared-pantalla tiene eco, y por eso para los cautivos parecen venir de ella las palabras que pronuncian los hombres que pasan detrás de la tapia.
Uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega y casi le hace volver a la oscuridad. Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar. El hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente. finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol como un mundo superior.
El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a ascender al mundo real. Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera.
La caverna corresponde al primer segmento, representando el mundo visible, sensible. El primer subsegmento es el de las imágenes proyectadas, las cosas que no hemos experimentado, las que nos han dicho, nos han contado: la conjetura. El segundo corresponde a los objetos mismos, a los hombres que manejan estos objetos y engañan (los amos de la caverna). Representa la opinión, peligrosa, pues no es aún sabiduría, no es realidad. La caverna entera representa la ignorancia y la oscuridad.
El segundo segmento es el mundo exterior al que llega el prisionero que puede evadirse de caverna, representa el mundo de los objetos inteligibles, el verdadero saber, la Sabiduría. Los reflejos y sombras que el fugitivo se ve obligado a contemplar en los primeros momentos son las cosas que se pueden razonar y discurrir. Los objetos reales que podrá mirar al habituarse a la luz son las Ideas. Y la visión que al final sea capaz de tener del sol cara a cara será la visión inteligible de la Idea del Bien (la máxima concepción platónica que une todos los aspectos de la virtud, lo bueno, lo bello, lo justo, lo verdadero). El Bien es la causa por la que todo es. Es el aspecto más luminoso del Ser. Como el Sol que es el que da vida a nuestra Tierra, el Bien da vida a las ideas.
Intelección - Mundo Inteligible - Sabiduría - Pensamiento discursivo - Opinión -fe- Mundo sensible - Ignorancia - Conjetura.
En el mito, además, los hombres de la cueva acaban por sentirse hasta cierto punto contentos con su suerte. Con su fina percepción de la naturaleza humana, no los representa Platón gimiendo y llorando, sino consagrados concienzudamente a una singular actividad, la única a su alcance: identificar con toda exactitud las sombras que desfilan y su orden de sucesión, a fin de poder predecir cuándo volverán a pasar éstas o aquéllas.
De esta actividad hacen un certamen regular y lo toman con tanto ardor, dice Platón, que se otorgan entre ellos premios, recompensas, honores, adjudicados a los más hábiles en este arte de identificación y predicción. La caverna entera funciona como una maquinaria manejada por su amos, que se aprovechan de los deseos necesarios e innecesarios de los esclavos, conocen sus gustos, pasiones, debilidades y se aprovechan de ellos en beneficio propio. No puede concebirse una miseria mayor que la de estos infelices, y no tanto por su tortura física, sino por su total ignorancia intelectual y moral.
Cuando alguno de los presos rescatado del antro, que ha salido al exterior, se acuerda de sus antiguos compañeros de cautiverio y su lamentable estado, es posible que decida volver. No porque le guste regresar a la oscuridad de la caverna, sino por solidaridad con sus compañeros, para contarles lo que ha visto. La mayoría de las veces, como llega cegado por la luz del sol, no ve las sombras y tropieza. Por eso, los cautivos se mofan de él y le dicen que se ha vuelto loco al salir de la caverna. Peor aun, si trata de hacerles ver lo lamentable de su situación, el resultado será que se enfurezcan contra él y que, si pudieran, le matasen.
El prisionero que asciende, sale de la cueva y contempla el mundo real, representa la ascensión del alma al mundo de las Ideas, el sendero del filósofo. Y cuando vuelve se convierte en el verdadero político platónico, que reúne todas las virtudes morales desde la honradez a la justicia, del saber al saber hacer. Es el que, una vez conocido todo lo que es, vuelve a contar sus nuevas experiencias al aire y al sol y en la libertad, para ayudar a la liberación de las cadenas y así poder ascender al mundo inteligible.
En esta meditación sobre la condición humana hay una gran enseñanza. Así como a los prisioneros no hay que darles la vista que ya tienen, sino hacerles volver sus ojos de las tinieblas a la luz. Y así como los habitantes de la caverna no pueden ver la luz natural con sólo volver la cabeza, sino que han de hacerlo con todo el cuerpo, subiendo completamente el sendero, así también hay que proceder con la educación de todas las potencias del alma, y no sólo la potencia intelectual; es una operación que implica una vivencia, (lo que pienso, lo que hago y lo que siento: mente, corazón y acción).
La educación, por consiguiente, resulta ser el arte de la conversión del alma (de toda ella), para acercarla a la contemplación del ser y de la luz. La importancia de los mitos en diálogos de tanto calado filosófico como La República está en su honda poesía, en su belleza literaria, y en la guía que estos relatos nos dan para orientar nuestro entendimiento de la vida. Los mitos son ventanas luminosas que perduran en la memoria de todo lector de Platón.
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